0-3 al descanso. Y pudo ser 0-5. O sea, como el jueves del Sporting-Almería, pero a la inversa. ¿Tanto cambió el cuento? La primera reflexión o, mejor dicho, la primera y fundamental pregunta que debemos hacernos es si los jugadores quisieron hacer la cama ayer a José Alberto. La respuesta solo la saben ellos. Pero sufrir una goleada al descanso en manos de un vulgar Alcorcón da mucho que pensar. ¿Apoyan de verdad los jugadores al míster o se han cansado de sus bandazos y le han mostrado la puerta? Si la plantilla ha perdido la fe en el técnico no hay más que hablar. Entre echar a uno o a veintiuno… ya se sabe. Si la respuesta es esa poco más hay que decir. Fin de capítulo y nueva liga (van cuatro: Abelardo/Rubí, Herrera/Baraja, Baraja/J.A., y J.A./…) con doblete de entrenador. Ahora bien, si los jugadores aún apoyan al míster, asunto dudoso, cabe pasar a analizar los errores a corregir. Y aquí el argumento esencial de ese juntaletras puede resultar contradictorio, pero es el que es.
Un equipo debe saber a qué juega. Lo sabe el Alcorcón, lo sabe el Fuenlabrada y lo sabía el Sporting, por ejemplo, cuando casi sube con su doble pivote destructor Sergio-Bergantiños. Estaba claro que de ahí no salía fútbol; de eso se encargaban los tres de delante (Carmona, Rubén García, Jony) para servir goles al nueve (Santos). Eso era un esquema definido y cuando los jugadores saben a qué juegan las cosas tienden a salir. E incluso se puede pensar en un play-off o en un ascenso directo. Este año el doble pivote es una ficción, una alianza imperfecta, que pese a sus defectos debería servir para ganar partidos: Fuego-Nacho. El paso del tiempo va demostrando, como fruta madura, que esa médula espinal ni armoniza ni organiza el equipo; se pierde en amagos de una apariencia que no es tal. Y ahí está la clave del desastre, sumada al empecinamiento en alinear a Carmona. Fuego vino a aportar jerarquía y liderazgo; fútbol muy poco; un corte de balón y un pase fácil al de detrás. Nadie pide que sea titular. Nacho (y esto suena a contradicción pero no lo es) ha sido acaso el mejor titular junto a Manu de las once jornadas, el que más fútbol ha generado. Pero en modo alguno es organizador. Es un medio ofensivo, alegre e intermitente, con desborde y pase pero sin método, sin estabilidad, sin ralentí. Y eso lo convierte en una mala decisión para ponerlo al frente de la sala de máquinas de un equipo.
En ambos puestos deberían estar, sin lugar a dudas, Cristian y Pedro Díaz. El primero tiene corte, técnica, presencia, regate y visión de juego. Cierto que a veces arriesga demasiado. Pero va a más. El segundo está llamado a ser el nuevo Joaquín del Sporting. Ayer su media hora dejó patente que es la esperanza de este equipo, el diez, el organizador, con pase, llegada e incluso gol. Cuando estira la zanca recuerda incluso al mítico Joaquín rebañando balones. Cristian y Pedro aliados con Manu, delante, formarían un triángulo mágico que haría ver fútbol de verdad; con incorporaciones alternas de Nacho Méndez acaso en las segundas partes. Ese es el esquema acertado. Por ahí se identificaría a un equipo, se haría reconocible e incluso brillante. Persistir en Fuego y en Méndez es un mayúsculo error, como quedó demostrado contra el vulgar Alcorcón. Una banda se la tiene ganada Aitor y la otra tiene muchas novias, pero no Carmona. Podría ser para Traver, Cerro, César o Bertín. Cuatro opciones.
Cuesta entender el desquiciamiento de José Alberto. Lo que ha tardado en poner a Manu en su puesto. Lo que sigue tardando en quitar a Carmona. La marginación de Pedro Díaz, ¡con lo bien que se supone que le conoce! El desaprovechamiento de Cristian. La falta de garra de ayer. La pobreza del planteamiento… El día del Almería pareció que salíamos de la pesadilla. Pero llegó Fuenlabrada y caímos de nuevo al pozo tras una aceptable primera parte. Y lo del Alcorcón no tiene explicación alguna más que quieran hacerle la cama al míster. Si fuera así y si no también, habría que multar por cojonazos a los diez titulares de ayer de la primera parte exceptuando acaso a Aitor.
Una última cuestión. ¿Cómo puede jugarse tan horriblemente mal y no cambiar a nadie al descanso? Hay una respuesta. Los dos primeros a cambiar eran Fuego y Carmona, dos pesos del vestuario, y no hubo arrestos para ello. Parecía más que lógico un triple cambio antes del segundo tiempo para buscar una resurrección. Y ni eso. Si el entrenador no gobierna el equipo mal vamos. Uno quisiera darle ánimo, apoyo, fuerza; apostar ciegamente por un hombre de la casa, incluso cuando todo sopla en contra, pero… ¿se puede hacer peor?