12.
Aquel domingo, mientras Russell Patata Crowe sudaba la gota gorda lanzando piedras al vacío en los riscos de Covadonga, con objeto de ganarse la gracia del sádico Tarantino, en el Kilometrín se escenificaba el episodio de los molinos de don Quijote de La Mancha, representado por el simpar gijonés don Miguel de Mingotes con Pablo Basagoiti en las tareas de montaje. Nuestro caballero andante se había pertrechado de un caballo y una lanza, útil este último con el cual se disponía a atacar el mayor ingenio aerostático que vencerse pudiera: El Molinón. Nada de pequeños molinos manchegos alineados en dispersión; mejor un único y gran molino en cuyo interior comenzaba a disputarse a esa hora un emocionante duelo entre Sporting y At. de Madrid que podría aupar a los locales, en caso de victoria, a puestos Champions. Desde el abrupto final de los Fernández, devorados por el colosal aguarón, el club no había dejado de crecer, comandado por el estratosférico Manu García y entrenado ahora por Luis Enrique. El clamor del estadio espoleó a nuestro hidalgo, que recibió los bramidos de la grada como una provocación al ataque mientras avanzaba por la ribera del Piles, primero a paso lento y relajado, propio de quien caballea sin prisas por la campiña, pero luego a un trote creciente hasta embestir con decisión el estadio más antiguo de España.
De todo ello daban cuenta visual Cílur, Marilyn y Audrey desde el gran mantel a cuadros desplegado sobre el césped en la zona del Kilometrín más próxima al campo y, también, a esa rotonda donde habían levantado una monumental estatua de Quini haciendo aquel mítico escorzo en el aire retratado en un partido contra el Rayo Vallecano. Tomó la instantánea Puche sin pretenderlo al caerse hacia atrás mientras esquivaba la acrobacia de Enrique Castro Quini desde un lateral de la portería rival y no supo del genio de su foto hasta que la reveló en el cuarto oscuro después de aquel partido en Segunda División que acabaría con empate a un gol. No anotó Quini con aquel malabar pero el escorzo pasó a la historia, así como su palmarés, con siete pichichis, y su extraordinaria bonhomía. El partido databa de 1976, su muerte de 2018 y ahora hacía ya años que se le recordaba con esa estatua, además de dar nombre (o mejor dicho apellido) al estadio de El Molinón Enrique Castro Quini. De todo ello daba cuenta ahora Cílur durante el picnic con Marilyn Monroe y Audrey Herpburn, a las cuales había dejado una invitación la víspera en su hotel a una comida campestre aderezada por un espectáculo quijotesco a las puertas de El Molinón.
El mantel era amplio. Marilyn apoyaba su espalda en un eucalipto y Audrey estaba graciosamente sentada en el suelo con las piernas a un lado. Habían empezado a las tres con un gran plato de jamón ibérico y una fuente con deliciosos cherris de su huerta. Cílur escanciaba sidra cada poco para gusto de las damas, también de su producción. Luego había encargado en un restaurante cercano que les acercasen una perola con marmitako, que remató con una fuente de frutas tropicales. Todo a pedir de boca. Ziprus estaba convocado a la cita, pero no llegó, propio en él, hasta que el reloj cantó las cinco y todo el público estaba ya dentro de El Molinón. Su primera pregunta, a las 17.05, fue futbolística antes siquiera de saludar a las damas:
-¿Cero cero?
A continuación, se sumó a las prolijas explicaciones de Cílur sobre la historia del Sporting, las excelencias de Quini y otros históricos del Sporting como Joaquín, Cundi, Mesa, Maceda… Las damas escuchaban con atención pese a que la temática podría parecerles a priori ajena. Sin embargo, el fútbol parecían recibirlo como algo tan exótico como los toros o las aventuras de Don Quijote de La Mancha. Así fue como de repente miraron hacia la ribera del Piles y ahí estaba Don Miguel de Mingotes calentando la banda, haciéndose el encontradizu, para iniciar su breve pero heroico episodio.
Sonó entonces la voz en off en el Kilometrín. Primero, el sonido de unos pájaros, un revolotear de aves sobre el río, un caballo que avanza… Cloc-cloc, cloc-cloc, cloc-cloc… Y la inconfundible voz nasal de Mingotes: “Yendo un día don Quijote, por junto a la orilla de un río, dio con un molino monstruoso / del que salían voces muy grandes y enormes aspavientos / y tomándolo por dragón de muchas cabezas / que secuestraban a la pelota / arremetió con él / y fue… descalabrado”. Sonido de golpe metálico. Sonido de sirenas. Fin.
Fue todo muy rápido. Apenas un minuto. Avance, embestida y el desastre total del ingenioso hidalgo, el cual, doblegado por el gran molino, quedó yaciente sobre la acera. Las damas se echaron la mano a la boca y se dispusieron a levantarse prestas. Cílur y Ziprus se miraron cómplices. Habían picado en el anzuelo. Allá fueron en auxilio del herido y, primero una y después otra, le realizaron el boca a boca para insuflar aire en su maltrecho pectoral de caballero andante en decadencia. Se relamió Mingotes con los besos de las damas, empezó a despertar lentamente y al abrir los ojos y distinguir turbiamente a Marilyn Monroe y Audrey Herpburn turnándose sobre él, solo acertó a decir:
-Traeime un baberu.
Las damas no comprendieron la chanza. Pero Cílur y Ziprus rieron con ganas para sus adentros. Quería un baberu. Recordaron los cómplices entonces aquella mingotada suya con la leyenda: ‘Cómeme a besos y si te sobra lleves un túper’. Incorporado de medio cuerpo, ya vuelto en sí, el ingenioso hidalgo prorrumpió en agradecimientos a las damas, que abrían cambiado ahora sus besos por unas amables caricias por las fauces mingotianas.
-Are you better?
-Do you feel all rigth?
Él solo acertaba a decir “yes” y añadir, agradecidu como era, “better”, “better”. En realidad la trama urdida pretendía solo conocer in person a las diosas hollywoodienses. En modo alguno habría aspirado a tanto. Pero la cosa había derivado así y don Miguel se encontraba ahora en una nube, en fase de asimilación de lo sucedido. Nada malo había hecho. Solo una brillante representación de la locura de don Quijote que, ciertamente, había recibido un premio digamos excesivo. Pero esa es la grandeza del artista, vino a pensar henchido de gozo.
Una vez recuperado del todo, mientras el hidalgo llevaban el rocín a las caballerizas, informaron a las damas de que esa tarde de domingo, don Miguel de Mingotes ofrecería un concierto con batería en el cual repasaría sus canciones favoritas reconvertido en Mingo Star. Tendría lugar en el patio del Antiguo Instituto y allí se citaron mientras dentro del estadio de El Molinón el gentío estallaba. “Goooooool, gooooooool, gooooooool”. Gol de Manu. El Sporting entraba en puestos Champions.
PD.-Esa noche Marilyn y Audrey colgaron en youtube el vídeo del episodio de los molinos, que se hizo viral en todo el mundo. (basta poner Mingotes y Quijote) (https://www.youtube.com/watch?v=vL-vQjbHkcQ)