Cilurnigutatis Boulevard 13 (Magullu) | Campo y playu - Blogs elcomercio.es >

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Adrián Ausín

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Cilurnigutatis Boulevard 13 (Magullu)

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Cílur entró a la redacción de ‘Magullu’ con muchas cosas en la cabeza. Había que planificar la semana. Era lunes y aún no tenía cerrado el esquema del próximo número; en especial, el tema de apertura. A priori, debería ser el rodaje de ‘Rebelión a bordo’, que acababa de comenzar. Sin embargo, le faltaba tener localizados los escenarios y conseguir una buena foto. Polanski era todavía un extraño para él y faltaba ver la manera acaso de pactar un buen reportaje. Estaba también el tema de Tarantino y sus hologramas. Cuando Quentin se desplomó en el Escocia Cílur estuvo vivo y lo fotografió de bruces con su móvil. Sería una imagen impactante para la primera, pero faltaba el texto y todavía no sabía qué hacía el director en Gijón con sus bellas damiselas. Tenía toda la semana por delante para apostar por uno de los dos temas. Pondría a sus mejores redactores a ambas tareas y decidirían en función de los resultados.

La redacción de ‘Magullu’ ocupaba la primera planta de un pequeño edificio situado en la Ería del Piles, ocupado antaño entero por una empresa. Cuando se mudó, Cílur no lo dudó y compró el edificio. La revista daba ya sus buenos beneficios y el inmueble sería una garantía de futuro. En aquel lugar solo podría revalorizarse. Instaló la redacción en el primero y su vivienda en la segunda planta, fragmentó la planta baja y la alquiló como oficinas. Desde la ventana de su despacho tenía una espectacular vista. La bahía al completo, con San Pedro enfrente y el ‘Elogio del horizonte’, ahí donde acabó sus días el afamado aguarón, coronando el cerro de Santa Catalina. Al fondo, en lontananza, divisaba la Campa Torres, aquel mágico lugar donde empezó todo, el asentamiento cilúrnigo que daría lugar a Gijón. En sus faldas, sobre el mar, unas grandes letronas recordaban el nuevo bautismo de la ciudad: Cilurnigutatis Boulevard.

El fin de semana había deparado movimientos interesantes que mantenían en su plenitud la vigencia de ‘Magullu’. Actores, directores, proyectos… Incluso algunos mitos fallecidos, como Marilyn y Audrey, cobraban vida en aquella ciudad de los prodigios a la cual nada se le resistía. ¿Por qué unos hologramas sí y otros no? ¿Qué explicaba aquellos viajes contrapuestos en el tiempo conviviendo en la ciudad? Mejor no preguntar, no investigar, no pensar. Dejándose llevar, todo funcionaba a las mil maravillas y eso era lo que realmente importaba. Lo vivido en el Escocia, en el Varsovia, el desfase del sábado noche en la discoteca ‘Abanico Estelar’ de Sergio Ramos… Todo era meridianamente real y ahora un guasap de un confidente le ponía sobre una nueva pista:
-Tarantino y Russell Patata Crowe vistos en Covadonga el finde.
-¿Fotos?
-No vas a dar crédito…
-¿Hay o no hay?

En la pantalla de Cílur se despliega entonces una imagen que, al instante, visualizó llenando la portada de ‘Magullu’: Russell Patata Crowe en un poderoso contrapicado, brazos en alto, arrojando por encima de su cabeza una gran piedra al vacío con su cara delatando el esfuerzo en cada poro de su piel desencajada, con la frente perlada de sudor y los labios fuera de su posición de descanso vibrando con un estertor desgarrador. Por si esto fuera poco, detrás, a cuatro o cinco metros, Quentin Tarantino apoyado sobre un risco con un gesto satisfecho, sádico incluso, analizando el lanzamiento. Aquella foto valía un buen dinero y Cílur no se lo ocultó a Javi Güellinos, uno de sus mejores espías.

-Acabas de hacer el mes. ¿De qué va todo esto?
-Ahora te llamo y te lo cuento.

Cuando colgó, el rompecabezas había empezado a encajar. Tarantino, Russell y un afán común por Pelayo, lo cual casaba con el run-run creciente sobre la macroproducción del rey astur. ¿Marilyn Monroe y Audrey Herpburn qué pintaban en todo eso? ¿Las habría llevado Quentin de paseo, de tapadera, de elemento de despiste para moverse a sus anchas por el Principado¿ ¿O tendrían un papel en la futura película? ¿Gaudosia? ¿Froiluba? ¿Las esposas de Pelayo y de su hijo Fabila? A priori, chocante. Pero las caracterizaciones obraban milagros y su aura podía dar al filme el toque internacional que le faltaba a esta historia enterrada en las montañas astures desde hacía trece siglos. Había que desenredar la madeja y priorizar, pues así de repente tenía ya tres grandes temas para la portada: el ‘Bounti’, la caída de Tarantino en el Escocia dejando el enigma de su presencia astur y el fotón de Patata Crowe haciendo de piedrolari, una imagen que, por otro lado, podía traerle problemas al actor, enfrascado como estaba en su papel de severo capitán de barco.

A las doce había consejo de redacción. Cílur contó por encima todos los entresijos del fin de semana, escuchó al equipo (todos llegaban siempre con chanzas) y repartió los grandes temas. Fauno conocía a la Tarita gijonesa y ese podía ser un buen punto de partida para gestionar el reportaje de ‘Rebelión a bordo’. Era ya archisabida la negativa de Brad Pitt a conceder entrevistas y Russell no tenía demasiado tirón en ese momento; de modo que se trataba de conseguir unas buenas imágenes del rodaje e intentar hablar con Roman Polanski. Pandi y Poma, jóvenes y desenvueltos, ambos altos y rubios, él con gafas de sapientín y ella con una larga melena y ojos azules, se encargarían de ser la sombra de Tarantino, mientras Velutina haría lo propio con Marilyn y Audrey. Entretanto, el veterano Proseidon, con su inglés de Oxford, su visera y sus grandes barbas blancas, sería el perfecto jugador de cartas de bar para tener controlado a Spielberg en El Coto, donde llevaba asentado cosa de dos meses (¿tramaría algo?) y Pebels, comodín para todo, condimento de todas las salsas, no dejaría desatendido el Escocia ni una sola tarde noche, amén de todas las fiestas y actos sociales que hubiera en la ciudad y sus alrededores.

Un buen reportaje gijonés por número era suficiente, más los chascarrillos de la veterana Isabel Codornices y alguna pieza menor, pues ‘Magullu’ se nutría de una amplia red de colaboradores por todo el mundo que controlaba con disciplina férrea la mano derecha de Cílur: la novia de Súper Ratón, una auténtica crack, abogada, experta en el mundo de la moda y el famoseo y con dominio de inglés, francés e italiano. Ella trataba con todos, definía los temas y era, a su vez, la paganini. Las boyantes finanzas de la revista, con una tirada mensual de ochenta mil ejemplares, permitían tener contento a todo el mundo; pagar bien en definitiva y que reinase una fiel camaradería. Desde el primer día, Cílur apostó por la calidad, un diseño rompedor y por tanto un precio elevado, 25 euros ejemplar, que convertía a ‘Magullu’ en un producto de culto. Quien la compraba gustaba así de exhibirla en público, no faltaba en las recepciones de los hoteles de lujo, en los buenos restaurantes y en los cafés con solera, donde debían vigilar que no la birlasen. Fuera de España, la revista se imprimía en inglés, con distribuciones desde Londres, Boston, Hong Kong, Sidney… ‘Magullu’ era una máquina de hacer dinero y, también, un divertimento para todos.

Acabada la reunión, Cílur imprimió en A3 la foto de Güellinos y quedó fascinado con el resultado. El Crowe piedrolari era una portada que podría incluso doblar la tirada. Tenía una fuerza descomunal. Ahora bien, faltaba decidir si sería para el número de octubre o el de noviembre, si el ‘Bounti’ daba juego antes. Y estaba también Tarantino por los suelos. Pero aquí, mirando la foto, ató cabos y tomó una decisión. ‘Magullu’ no era una revista rastrera. No escarbaba en los alcoholismos o los desmanes de los actores; más bien contaba historias y daba información interesante, pero siempre desde un prisma elegante. Se asentaba sobre los pilares sólidos de la diversión y la información, dejando a los actores sentirse a gusto en sus periplos astures. Por lo tanto, a priori, la foto del Escocia quedaba descartada. La cuestión era meterle las gomas a Quentin para que soltase algo sobre Pelayo que apoyara la foto de Covadonga. Esa sería en principio la apuesta; y así entretanto podrían transmitir a Polanski que querían un reportaje a fondo, sin presiones en una fase tan inicial, una vez encarrilado el rodaje. De modo que los números de octubre y noviembre podían quedar encarrilados.

Llamó a Súper-Ratona, le planteó la estrategia y repasaron las colaboraciones. Aprovechó para preguntarle por Alaska y Vaquerizo, a quienes conocía de sus años madrileños. Ella se había encargado de convencerles para llevar una sección sobre los submundos de Madrid y lo petaba. También estaba en negociaciones con el actor gijonés Antonio Castro, asentado en la capital, para una nueva sección sobre jóvenes valores del cine y parecía decidido a empezar en el próximo número. En estas, como quien no quiere la cosa, Cílur le preguntó por su prima, la Tarita gijonesa, a quien entre ellos llamaban Boston, por aquel curso que pasó allí de profesora de español. Boston era quien se la había recomendado una noche en la que le planteó que buscaba a alguien de confianza que dominara varios idiomas y fuera bueno también con los números y las cuestiones legales, y le gustara el faranduleo; un extraño cóctel que Tarita le aseguró reunía precisamente su prima. Tras aburrirse con el Derecho había hecho un máster de diseño en Milán y luego se había incorporado a una cadena hotelera de gran lujo como jefa de eventos. El cargo encajaba en su perfil, ella estaba en Barcelona y había mucho matu con el rollo político independentista. Nada más verla, piquiniña, salada, risueña y lista la rebautizó como la Novia de Súper Ratón y así se quedó con el nombre, pues Cílur la imaginaba siempre atada en las vías del tren llamando a su novio de metro noventa para que la salvara.
-¿Te contó algo de Brad?
-Bueno dice que salvo este viernes, que fueron a tomar una al Varsovia, no se deja ver mucho.
-A ver si le sonsacas algo…
-¿Y cómo lleva el rodaje?
-Casi no empezaron. Ella está venga a ensayar el baile frontolateral de la playa.
-Pues a ver si te dice cuándo y dónde graban.
-Ya, eso quisiera, pero no suelta prenda. Tiene miedo que la pillen.
-¿Y tu maromo? ¿Se anima a venirse a Gijón?
-Ahí andamos. Está la cosa en el aire, aunque esto cada vez le tira un poco más.
-Anímalo. Dónde va estar mejor.

Unos publicistas en patinete pasaron entonces veloces por el Muro anunciando un baile de disfraces para el jueves en Abanico Estelar. Las máscaras, secretas hasta ese día, se repartirían la víspera.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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