Cilurnigutatis Boulevard 25 (Baile en Boca) | Campo y playu - Blogs elcomercio.es >

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Adrián Ausín

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Cilurnigutatis Boulevard 25 (Baile en Boca)

25

Una vespa con sidecar aparcada frente al Madrugo revelaba que aquella mañana sería radicalmente diferente en Boca de Huérgano. En el banco exterior, mirando al torreón medieval, dos damas contemplaban el paisaje con extrañeza iniciando un proceso de adaptación al medio propio de quienes han tenido la ciudad como envoltorio habitual de sus vidas. Audrey Herpburn y Marilyn Monroe estaban, de momento, como si un platillo volante las hubiera depositado en el más recóndito lugar de Montana. La subida por el puerto de Tarna las había mareado un poco; luego se habían sentido fascinadas al asomarse al valle de Riaño y ahora, en aquel banco, miraban aquella construcción un tanto aturdidas. Quentin se asomó a la puerta y les dijo que la comida ya estaba encargada. En veinte minutos entrarían. Era mediodía y en El Madrugo todavía no había comenzado la hora del vermú. En la barra, un único cliente, llamado Tolís, daba conversación a Francisco de manera plácida; sin los dardos verbales propios del lugar. Hablaban del Madrid y del Barça y de la Liga, ambos eran merengues, y el debate futbolístico les mantenía entretenidos toda la semana. Discutían levemente; sin llegar a altas cotas.

Apoyado en el quicio de la puerta, Tarantino inspiró el aire hinchando sus pulmones todo lo que pudo, luego soltó una vaharada por la boca y exclamó: “Ohhh, its fantastic”. El aire, en la montaña leonesa, era de una pureza tal que empezaba a resultar exótica en 2029. Y Quentin acababa de apreciarlo en toda su intensidad en aquella mañana soleada. Una vez dentro, los tres se instalaron en la mesa más próxima a la puerta, donde daba un poco más el sol a través de la ventana. Enseguida tenían ante sí una gran ensalada, tres raciones de mollejas servidas en el mismo plato y unas sabrosas patatas fritas verdosas, seña de identidad de la casa. Se sirvieron tres vasos de vino y brindaron:
-For the gizzards!


Las mollejas eran toda una novedad en sus vidas. Cílur se las había recomendado a Quentin y le había trazado minuciosamente el plan castellano para seguir los pasos de Isabel la Católica comenzando por la parada previa en Boca para coger fuerzas. Una pequeña desviación que le había sugerido encendidamente. En principio, pensaba acompañar a Quentin y sus damas; pero el cierre de la revista se lo impedía. Así que le había dejado una completa chuleta en el hotel de La Merced. Se lo había imaginado comiendo mollejas lanzándolas al aire y atrapándolas en la caída como un aligátor. Sin embargo, acaso por la compañía de las damas, las había empezado a pinchar de forma minuciosa, para llevárselas a la boca, tras observarlas con curiosidad, como quien entra en relaciones con un exótico y extraño ser del que desconoce absolutamente todo. El primer bocado lo retuvo un buen rato en la boca y nada más tragarlo, acompañado de un trío de patatas, lanzó una exclamación que llenó el bar de forma simultánea a la de las damas. A Audrey y Marilyn también les empezaba a fascinar la gastronomía leonesa.

-¿Os gustan?, preguntó Francisco desde detrás de la barra.
-Ohu! Placerrr de diosesss, resumió Quentin.
Entonces Tolís entró en conversación con Francisco.
-¿Estos tres no te suenan?
-El alto no; vete tú a saber si tiene un grupo de rock de esos; pero las otras son inconfundibles, ¿no? ¿No son las de Hollywood?
-¿Sois americanas?, preguntó directamente Francisco tras mesarse sus escasos cabellos, no fuera a ser…
Quentin se adelantó:
-Ella es amerrricana (señaló a Marilyn con el tenedor, molleja incluida) y ella eurrropea (a Audrey) y les estoy haciendo ‘tour casteiano’.
-¿Y tú? No te había visto por aquí antes.
-Yo hagou películas.
-Entonces, ¿cómo dices que te llamas?
-Quentin Tarantino.
-¿Tarna Tino? ¿Hijo de Tino el de Tarna?
Tolís entonces cayó de la burra y tras reprender a Francisco, se adelantó:
-Tú eres el de ‘Pulp fiction’, ¿verdad? Acompañó la pregunta de unos movimientos de baile con las manos estilo Travolta. Y todos rieron.

Quentin acababa de meterse tres mollejas a la vez a la boca y en su carcajada asomaron levemente a la vista de sus damiselas, que hicieron un gesto de desaprobación. Tolís y Francisco empezaban a cavilar si aquellas beldades que despedían un halo de luz eran las míticas Marilyn Monroe y Audrey Herpburn, pero no entendían nada, pues las daban por muertas bastante tiempo atrás.
-Tú no preguntes, a ver si nos vamos a meter en un lío.
-¿Y si son?
-¡Y si no son vaya ridículo que hacemos!
-¡Pero si es que son!
-Anda y calla un poco.

Concluyeron que solo había una manera de concretar su existencia real y cuando acabaron los filetes, la tarta al güisqui y los cafés; además de tres botellas de vino Adela, Francisco, pese a ser quien pedía discreción, no pudo reprimir la intentona. Entró a la trastienda con Tolís, cerraron sus camisas blancas hasta el último botón y añadieron una pajarita cada uno, tomaron sombrero de copa y bastón y salieron de la barra al melódico ritmo de Frank Sinatra. Hicieron dos números de baile en el bar, aprovechando que no había llegado nadie aún para el vermú y al tercer tema, invitaron a las damas a dar con ellos unos pasos de baile. Ellas se prestaron encantadas y Quentin no pudo reprimir la grabación de la secuencia mientras hurgaba con un palillo un resto de molleja que se le había quedado atascado en sus molares.

Sonó entonces ‘New York, New York’ y los giros se volvieron mareantes. Francisco, sin sus madreñas habituales, que había sustituido a la carrera por unos elegantes zapatos negros de cordones (esos que gustaba llevar a León para las grandes ocasiones), volaba por su bar, con Marilyn en brazos; mientras Tolís, algo más recatado, hacía lo propio con Audrey en un estilo más comedido. Buscando algo más de amplitud, prolongaron la pista de baile fuera del propio Madrugo. Así fue como algún conductor que pasaba por la carretera principal de Boca de Huérgano a esa hora tuvo la impresión de hacer un viaje en el tiempo al ver a un lado de la vía el torreón medieval y al otro dos parejas bailando; ellos concentrados, sueltos como gavilanes; y ellas, luminosas y sonrientes, increíblemente parecidas a dos de las actrices más famosas de todos los tiempos.

Frank Sinatra era el complemento perfecto para armonizar aquella estampa. Pero lo mejor estaba por llegar. Animada la mañana para el baile, sonó de repente ‘Sing sing sing’, de Benny Goodman, y aquello fue el acabose. Las parejas se soltaron y empezaron a bailar cada cual desarrollando su arte en la versión más libre que le llevasen sus piernas, para tres o cuatro minutos después reencontrarse en el centro de la calzada. Acababan de cortar la carretera. Los cuatro no, ya los cinco, a un ritmo frenético, mareante, que convirtió en una discoteca toda la avenida principal. Las trompetas, los tambores, los timbales…. Todo retumbaba a un volumen creciente y cuando se quisieron dar cuenta era el pueblo entero el que bailaba.

Juanjo, Paco, Elena y Juan Luis, del Hotel Tierra de la Reina; Justi y Rosa, del Espigüete; todos los hermanos de Crescente con Deo al frente; los de la panadería, los boticarios… Todo el pueblo estaba concentrado en la carretera, la canción seguía y seguía; y las estrellas de Hollywood iban de unos a otros con aquellos ritmos trepidantes que lo habían contagiado todo. Después de aquella versión de veinte minutos de ‘Sing sing sing’, sonó ‘In the mood’, de Glenn Miller y la cosa continuó enfebrecida. Coches y camiones habían parado a ambos lados del pueblo con sus ocupantes sumados a la fiesta. A vista de pájaro, aquella discoteca mañanera parecía un musical de esos en los cuales la pregunta de la estrella desencadena una canción y esta da pie a un baile sincronizado en plena calle en el cual la vida se detiene y todo el mundo se lanza a pista con una sincronización espontánea.

A media tarde seguían bailando. Interpretaron musicales. ‘La fiebre del sábado noche’ y ‘Grease’, con Taran y Marilyn haciendo de Travolta y Olivia Newton John; ‘Granujas a todo ritmo’, con Tolís y Molle en los papeles principales; ‘Hair’, que Francisco tomó como una provocación por su alopecia, pero tras una increpación de Tolís (“tú baila y calla”) lo lanzó al centro de la calzada como un estertor… ‘Dirty Dancing’, ‘Jesucristo Superstar’, que encumbró a Juanjo del Hoyo de adecuado Jesucristo, con su barba y su larga figura; ‘Chicago’, ‘Moulin Rouge’, con Francisco desgañitado con el rugiente ‘Roxane’; ‘Cantando bajo la lluvia’, que llevó a todos a los tejados; ‘Sonrisas y lágrimas’, entrañable; e incluso ‘Mamma Mía’, donde Francisco, Tolís y Deo hicieron de potenciales maridos de Marilyn. Aquel inolvidable día, en Boca de Huérgano se bailó soul, rock, funky… Hasta que a las tres de la mañana Francisco del Hoyo descendió de su torreón medieval enfundado en un traje plateado incrustado de mil piedras preciosas para interpretar a Elvis con todo el pueblo haciéndole los coros desde ambos lados de la carretera, que dejaron despejada para que hiciera un recorrido triunfal desde el Madrugo hasta el Tierra de la Reina (especialmente celebrada fue ‘In the ghetto’ con todo el pueblo al completo haciendo los coros).

Sus baladas pusieron fin a aquella mágica jornada. En el hotel alojaron al trío hollywoodiense en las dos suites. Pero al parecer solo usaron una. De los sonidos habidos no se extraerían conclusiones claras más allá de que el festival musical se había prolongado intramuros en una versión más íntima; hasta que pasadas las cinco y media de la mañana se hizo el silencio más hermoso que se recordase en Boca. Tanto había sonado el día, tanto había festejado el pueblo, que ese vacío final, que también forma parte de la partitura, había puesto la oportuna guinda a aquella frenética jornada.

Por la mañana, tras un desayuno pantagruélico a base de cecina y chorizo de Crescente, queso de Espejos, pan de Boca, y media docena de cafés; devorado en su mayor parte por Quentin, pues las damas se conformaban con bien poco, la noble villa leonesa de Boca de Huérgano despidió a aquella vespa con sidecar, con sus tres ilustres personajes a bordo, haciendo un largo pasilllo desde el Madrugo hasta el Hotel Tierra de la Reina. Saldrían en dirección Riaño pero antes de partir, realizaron el recorrido inverso por el asfalto central para saludar, hasta la altura del torreón, y vuelta. Los vecinos agitaron sus pañuelos, rieron y cantaron; mientras Quentin apretaba el acelerador un poco para dejar atrás, en aquella larga recta, aquel paraíso de la molleja, la montaña y la música disco. “¡Hasta siempre Bouca!”, clamó mientras levantaba su mano libre. Sus damas hicieron lo propio. 

 

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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