Cuando a uno de los mejores reyes de la historia de España lo convierten en reo sin juicio previo, e incluso lo exilian de facto en un hecho insólito, es de justicia dar la cara en su defensa. Juan Carlos I pilotó una Transición ejemplar en nuestro país poniendo pacífico fin al franquismo, alabada dentro y fuera de España, y abortó con su tesón el 23-F. Solo con estos dos datos ya se habría ganado el cielo. Pero además defendió durante 39 años la compleja unidad de España, fue nuestra mejor marca en el extranjero, el jefe de Estado al que deseaban ir a saludar los líderes de las grandes potencias, artífice de mil gestiones en favor de este país; la más archiconocida el AVE a La Meca; y, por qué no decirlo, persona simpática, llana, alegre y cercana.
Quien dice esto no es monárquico por convencimiento teórico, sino práctico, pues tantas bondades tiene la monarquía para una nación como la española que amenazar con esa república con la que tan mal nos fue (otro puestín para un mediocre) le resulta un dislate. Juan Carlos I fue un gran rey que, claro está, cometió errores por los que deberá rendir cuentas. Quién no. Pero a día de hoy no tiene ningún juicio abierto mientras comisionistas profesionales como los Pujol están plácidos en su casa y los cientos de millones defraudados en Andalucía con los planes de empleo se los ha llevado el viento con una sentencia judicial de pacotilla. De modo que, precisamente por comisiones, arrojar al Océano Atlántico al Rey emérito es simplemente una vileza. Detrás de esta campaña planificada está el presidente del Gobierno más mentiroso de la historia de este país y el vicepresidente más peligroso. Cada vez que habla Sánchez, miente. Cuando habla de la mascarilla. De los muertos por coronavirus. Del comité de expertos. De quién exigió el exilio. De una autobiografía con su firma escrita en realidad por una mujer (¿machismo?). De una tesis que tampoco escribió. De con quién iba a pactar y con quién pactó. Ahora toca liquidar la Monarquía pasándose a la Constitución por el arco del triunfo. En ello están. Por ideología, por egolatría, por fanatismo y como cortina de humo de su manifiesta ineptitud. Así hablaremos en Gijón de la avenida que le quitamos al Rey emérito y no de lo importante.
La historia, sin embargo, pondrá las cosas en su sitio. Al hombre que nació y morirá en el exilio, como un extraordinario jefe del Estado. Como lo está siendo su hijo. Y a Pedro y Pablo, como dos empecinados maestros de la propaganda, su única fijación, que arruinaron este país.
(Publicado en EL COMERCIO el jueves 6 de agosto de 2020)
PD.1 El ‘debate’ de anoche en la 1 sobre el Rey Emérito confirmó una vez más la manipulación grosera del ente público. Cinco intervinientes y cero alusiones a la implicación del Gobierno de Pedro Sánchez. ¡Cero! Especialmente lamentable la intervención del sr Zarzajelos, intoxicando como nadie. Su trayectoria le delata. De periodista tiene poco pues es abogado y sabe dar el cambiazo como nadie. Podríamos contar alguna jugosa anécdota suya pero seremos discretos, pues cuando él era articulista de El Correo bajo seudónimo servidor andaba por aquellos pagos. Lo dicho: una vez más, manipulación grosera. El documental debía pretender asociar ante la juventud que desconoce el pasado reciente de España las figuras de Franco y Juan Carlos I. Efectivamente, se les ve juntos un montón de veces, si bien el rey fue quien liquidó hábilmente el régimen franquista. El resultado global es interesante, sobre todo para los nacidos en democracia que andan faltos de datos.