Siendo mocín, una mujer trató de convencerte una noche en una discoteca de pueblo, tras una larga disertación filosófica, de que la belleza podía hallarse en todas partes, «incluso en un ladrillo», expuso. La envolvente no coló. En estos días de FICX, muchos buscamos la belleza cinematográfica con amplitud de miras en cuanto nos ofertan. Porfiando mucho, das fe, por supuesto que la acabas hallando. Sin embargo, para dar con cinco cosas interesantes, como ha sido el caso, debes pagar el peaje de una decena de experiencias dolientes. Pues tal parece que si un festival de cine que se precie no llega con un buen ramillete de infumabilidades bajo el brazo este pasa a considerarse un devaluado certamen comercial, absurda confusión en la que se identifica lo independiente con las orillas menos digestivas del séptimo arte.
Bien sufrimos este equívoco concepto en tiempos de Cienfuegos. Para ver una buena película había que padecer ocho malas. Y todos, extrañamente, a aplaudir. Ahora, Alejandro Díaz Castaño ha decidido repescar a quien fuera programador de Cienfuegos durante doce años, y esta edición de sofá ha llegado con extrañas novedades:hacer tres secciones oficiales en vez de una, mezclar películas con documentales (hasta nueve), que jamás deberían competir por lo mismo, y lanzar una desproporcionada apuesta por el cine argentino, que copa 9 de los 29 títulos a concurso, sin que lo elegido haga en absoluto honores al tradicional talento de este país. Por último, el abundante cine sudamericano expuesto llega sin subtítulos, haciendo caso a Alfonso Cuarón, y eso nos sume en las tinieblas. En ‘Implosión’, por más que lo intentes, solo entiendes la palabra ‘boludo’. No más.Hasta ahí las críticas. Planteamientos erróneos y sensible aumento del truño en la sección oficial. Luego están los hallazgos. De los 17 títulos vistos, la japonesa ‘Voices in the wind’, dura y hermosa; la alemana ‘One of these days’, original inmersión en la América profunda; la francesa ‘Al abordaje’, fresca y divertida; y dos documentales: el austriaco ‘Notes from the underworld’, una singular historia vienesa; y el rumano ‘Uppercase print’, fascinante inmersión en la etapa de Ceaucescu que estropean el abuso del plano y el largo metraje. Lo demás, en general, han sido sapos duros de tragar hasta ahora. Aunque, siendo biempensante, uno los da por buenos como peaje para llegar al hallazgo. Entremedias, también se puede reír cuando empieza ‘Se escuchan aullidos’ con un señor chaparreto en calzones, escopeta en mano, pegando un alarido en mitad del bosque. Reír o salir corriendo. Esa es la cuestión.
Publicado en EL COMERCIO el jueves 26 de noviembre de 2020