El tiburón blanco enfiló esta semana, una vez más, contra Luis Enrique. Lo vio nadando plácido, a sus cosas, y consideró que el momento era propicio para hincarle el diente. ¿Cómo osaba el entrenador de la Selección Española de Fútbol a convocar una vez más a cero madridistas y llevar un culé de 17 años con casi nula experiencia en la Liga amén de los Sergi Roberto, Busquets y Eric? Parecía una nueva provocación y había que reaccionar ante ella. De modo que abrió bien la boca, tomó velocidad y ¡zas! Ahora bien, cuando lo iba a triturar, el entrenador gijonés se dio la vuelta raudo, encajó un monumental balón de reglamento en la boca del escualo y se echó a reír mientras este se iba, cariacontecido, al fondo del mar, sin poder articular palabra.
El tiburón blanco es, sin duda, la prensa deportiva madrileña. Luis Enrique es Luis Enrique, ese extraordinario futbolista que nos duró solo un año en el Sporting (donde anotó 15 goles pese a sus 19/20 añitos) y, recordemos, fichó por cinco años por el Real Madrid. Fueron tortuosos. Alternó no jugar con titularidades en ‘puestos basura’ para su clase, como ser alineado de defensa derecho o situarlo en misiones de contención. Así todo, no lo hizo mal. Pero no pudo brillar y lógicamente se fue. Al Barcelona, donde le sacaron todo el jugo del mundo durante ocho años. Y por eso hoy día es culé, ciertamente, y se le nota, también ciertamente. Y servidor, pese a no ser culé ni madridista, se toma esta circunstancia como, digamos, un ‘defectillo’, una deriva de un extraordinario entrenador que es a día de hoy un auténtico lujazo para la Selección, lo mejor que podíamos tener sin lugar a dudas, pues sin tener grandes ‘nacionales’ en Madrid o Barça que marquen diferencias, ha conseguido articular un equipo con extraordinaria personalidad, también defectos, que llama la atención e, importante, que juega o trata de jugar un fútbol espectacular; toda una seña de identidad que el aficionado puro agradece en estos tiempos tan rácanos de espectáculo futbolístico.
Parecía que Luis Enrique cometía una nueva frivolidad con una convocatoria marcada por las lesiones de unos cuantos titulares o semititulares de la Eurocopa. Y el tiburón blanco madrileño consideró que la ocasión era propicia. De nuevo, una vez más, gritó “¡a por él!”. Pero Lucho, nuestro brillante gijonés, no se inmuta. Al menos, exteriormente. Y dio una vez más una lección de fútbol, de estrategia, de bemoles para cerrar bocas a todos los ‘listos’ de la insoportable prensa, radio y televisión deportiva madrileña, que ejerce un nacionalismo catalanista a la inversa.
Esa misma prensa que en su momento, hagamos historia, se quiso cargar a Luis Aragonés por prescindir, llegado el momento razonable, de Raúl. Lo intentaron triturar cuando peligró nuestra clasificación para la Eurocopa que íbamos a ganar de calle con un fútbol preciosista. Llegaba el partido Dinamarca-España y estaban lesionados Villa y Torres. La prensa madrileña quería a Raúl, ¡qué pesaos! Y Luis convocó a Tamudo, el pequeño y talentoso ‘9’ del Español. Uno de sus vergonzosos titulares fue: “Luis improvisa en el choque decisivo”. Recuerdo perfectamente la firma, pero no la pondré. Sigue firmando. ¿Improvisa? Lesionados los titulares, había que llevar a otros. España dio un baño, Tamudo marcó un gol y la prensa deportiva, luego, ‘a festejarlo’. ¡Qué vergüenza! Los mismos que quisieron triturar a Luis Aragonés luego no tuvieron más remedio que sumarse a los aplausos mundiales.
Anoche, al llegar a casa, para oler un poco el ambiente postpartido, pusiste Teledeporte. No tienes otro canal deportivo (se desprogramó Gol TV, que está muy bien planteado). Y ahí sale un puntu de pelo blanco, merengón recalcitrante, ni recuerdas el nombre, con una cara de malas pulgas tremenda, sin ocultar el puteo que tiene por el éxito de España. ¡Impresionante! Luego ponen en directo la rueda de prensa de Luis Enrique, un Luis Enrique serio, demasiado para la victoria histórica en suelo italiano contra un equipo siempre complicadísimo. Evidentemente, se contiene. Y hace natural lo vivido. No se ensaña con nadie. Va rebajando euforias en cada respuesta sabedor de que lo que son ‘preguntas piropo’ se convertirán en dardos en cuanto el equipo falle, que, claro está, fallará en algún momento. Está literalmente hasta los cojones. Pero pasa con exquisita educación el trámite de la rueda de prensa. Muy al final recibe una pregunta inteligente, oh sorpresa: ¿Por qué no se ve el juego brillante de la Selección en el Madrid o el Barca pese a ser los equipos referente en España? “No tengo la respuesta y no me quiero meter en ningún charco”. Si llega a hacer autobombo de sí mismo igual era hoy el titular, claro está. De modo que huyó de un nuevo aquelarre.
Luis Enrique, no lo puede ocultar, no simpatiza con la prensa. Visto lo visto, parece razonable. Y Luis Enrique, a la vista está, tiene corazón culé. Puede considerarse un defecto. Pero si lo tuviera merengue, como lo tenía Del Bosque, pese a convocar a medio Barcelona, no pasaría nada. A esta asimetría, fundamentada también en el hecho real de que el Madrid no tiene titularísimos claros para la Selección (Carvajal siempre se lesiona; Nacho, Lucas y Asensio sí parecen convocables), se agarran sus detractores. Pero olvidan algo importante, esencial, trascendente. ¿A quién pondrían ellos de seleccionador? ¿Tenemos otro Luis Enrique? Hay evidentemente buenos candidatos; sin querer hacer patria acaso la alternativa fuera el extraordinario Marcelino, que saca petróleo ahí donde va. Pero nadie en este momento precisamente como Luis Enrique, con su chulería, que la tiene, con sus tablas, con su estrategia y con su extraordinario bagaje en el mundo del fútbol. Y sobre todo con una mentalidad ganadora y una osadía que hacen afición.
Dices todo esto sin ser del Madrid ni del Barça. De niño simpatizaste con el Barça por el escandaloso robo de aquella Liga que pudo ganar el Sporting, cuando los árbitros eran más merengues que el propio Madrid. Hoy día eres solo del Sporting y, digámoslo abiertamente, la puñetera política, el insoportable discurso nacionalista catalán te ha alejado progresivamente del Camp Nou. De tener que elegir entre los dos, piensas, que gane la Liga el Madrid, que parece representarnos más a todos. Sin embargo, este parecer personal no envicia el análisis de la ‘política deportiva’ que emana de la prensa, radio y televisión madrileñas, que tienen a Luis Enrique (ojo, como tuvieron a Luis Aragonés) en el punto de mira. Anoche, en Italia, quedaron con cara de tontos. Ojalá no se les quite durante mucho tiempo. Querría decir que eso tan difícil que está construyendo Luis Enrique, un equipo brillante que juega al fútbol, continúa por el buen camino.
¡Gracias míster!
¡Gracias Lucho!
¡No dejes ni las migas del tiburón blanco!
pd.-Olvidé comentar la encuesta realizada en el susodicho programa de Teledeporte: ¿Debe la afición pedir perdón a Luis Enrique? Menuda jeta. La pregunta evidente es ¿Debe la prensa pedir perdón a Luis Enrique? Y la respuesta claramente es sí. Bien lo saben ellos. Pero ahí se quedarán erre que erre en sus casamatas aguardando el fallo, como un cazador al acecho de su pieza. Saben que en el cutre-mundo-del-fútbol todo es cuestión de tiempo.