QUINCE DÍAS EN ISLANDIA (7)
Hasta ahora, ‘La cara oculta de la Luna’ tenía para ti dos significados. Uno, el mítico disco de Pink Floyd. Dos, una historia tipo Jiménez del Oso que te contó tu hermano mayor en la niñez cuando trataba de impresionarte. Venía a decir, más o menos, que una expedición espacial le dio la vuelta a la Luna acaso por error y cuando se asomó a su cara oculta “aquello estaba hasta los cojones de gente”. Jajajaja. Esto te lo contó tu hermano muy serio en su día, hace casi medio siglo, pero no lo has olvidado nunca. Se puso tan serio, tan trascendente y tú visualizabas con tanta extrañeza lo dicho que no pudiste parar de reír. ¡El ambientazo de la Luna! ¿Qué hacían allí? Eso se lo dejamos a Iker Jiménez. Pero lo cierto es que en tu mente se acuñó la imagen de estar dándole la vuelta a un paraje totalmente inhóspito, desolado, mórbido, para encontrarte de repente casi casi con una discoteca. Desde la visita a Hverir, la cara oculta de la Luna tiene ya tres significados. Pues tras encaramarte a un mirador, en coche, para divisar un valle entero, el del Myvatn, con su gran lago, sus campos de lava, sus volcanes y, sobre todo, sus fumarolas saliendo de las grietas de la tierra como si el mismísimo averno habitase bajo ellas, viviste una experiencia similar a la de la expedición espacial.
Después de estar un rato en dicho mirador, le planteas a la esposa: vamos a seguir un poco la carretera a ver qué pasa. Esta subía un poco más, daba un giro y desaparecía. ¿Qué había al otro lado? Pues nada más girar con el coche al ralentí, disfrutando de un paisaje totalmente lunar, aparece ante nuestra vista un singular valle infestado de humos pútridos, lleno de fumarolas, vaya, ¡y hasta los cojones de gente! Jajajaja. De la nada, emergen un ordenado aparcamiento, un camino marcado y un montón de fumarolas ardientes, perimetradas por postes y cuerdas para que nadie de todos los que allí están, acaso un centenar de personas, fuera a quemarse la cara o las manos. O sea, en vivo y en directo, ‘La cara oculta de la Luna 3’.
Empecemos por el principio. Estamos recorriendo Islandia en el sentido de las agujas del reloj, desde Reikiavik. La última parada es Akureyri, la capital del norte, donde la víspera cenaste un reconfortante pad-tai en un tailandés y te fuiste a dormir. Hoy toca explorar desde Akureyri el valle de Myvatn, en el que la guía detalla unos cuantos atractivos; y decides empezar por el último, el más lejano, para luego ir desandando el trayecto. Pero ese último, en el cual, equivocadísimamente, la Lonely no se recrea, es el más espectacular: Hverir. Calderas humeantes, lodos grisáceos burbujeantes, refulgentes depósitos de minerales, aromas perpetuos de azufre (huevos podridos)… ¿Es esto normal? O más bien paranormal. En medio de estos tonos naranjas, grises, ocres, en mitad de tanta burbuja hirviente, sonora, que parece invocarte a un ritual de fuego y lava, no sabes muy bien si estás en la cara oculta de la Luna, en Marte o directamente en Plutón.
Cuenta la guía con gracia que los islandeses realizaron varios intentos de aprovechar el calor del subsuelo en Myvatn, uno de ellos plantar patatas, pero cuando las fueron a recolectar estaban ya cocidas. Si el géiser salta la fumarola simplemente está. Baja el agua al subsuelo, se encuentra con avernos hirvientes y vuelve para arriba en forma de vapor maloliente. El resultado es el mismísimo infierno. Si en vez de turistas caminasen por estas tierras calientes ánimas desnudas con rabo y tridente encajarían mucho mejor en el contexto. Entre grietas y charcos hirvientes hay también algunas chimeneas de fabricación humana, eso sí moldeadas con el propio barro del suelo. Puedes tocarlas por su base e ir notando según avanzas cómo aumenta el calor. Tras recrearte durante largo rato entre una fumarola y otra, entre gamas de grises pastosas supraterrenales, procede subir a la cresta del Námafjall, el pequeño monte que domina este valle encantado, donde no deja de haber cada poco nuevos hervideros. Las vistas de la otra cara de la Luna son espectaculares.
Con la experiencia lunar en la retina, de vuelta al valle del Myvatn, asomas la nariz en un espacio geotermal desplegado a media altura de la ladera desde donde se observa todo el valle: el fondo con montañas nevadas, el lago rodeado de verdes abetos, los campos de lava y, a tu espalda, el espacio sideral. Imposible no caer en la tentación. Hay dos grandes piscinas naturales, una a 32 y otra a 38 grados. Hay gente. Pero es amplio. Los pies avanzan por un suelo de grava volcánica muy masajeante. Puedes andar por ahí de paseo, de un lado al otro del agua, o instalarte en su amplio y curvado perímetro cómodamente para divisar el valle. El día es soleado. Puede haber 13 o 14 grados. No más. La experiencia relaja a la expedición gijonesa un par de horas, más o menos hasta las tres de la tarde, cuando el hambre empieza a apretar. Entonces sucumbes a la oferta de la cafetería de estos baños naturales, donde hay una oferta razonable de ensalada y sopa. Te instalas en la terraza repones fuerzas con una atípica sensación veraniega para las tierras islandesas. Estás a resguardo, con una fuente geotermal a cien grados a unos pocos metros y el cielo ayuda con una agradecida estampa azul.
Faltan para la tarde los atractivos específicos de Myvant. El primero es un pufo. Una cueva donde un personaje de ‘Juego de Tronos’ (que no viste) pierde su virginidad: Grjotagjá. Una chorrada absoluta. Lo segundo mejora con creces. Subir a la cresta del volcán Hverfjall cuyo cráter simétrico descubre un interior también simétricamente negro además de unas bonitas vistas experiores al lago, que a su vez es una gran reserva de aves, en especial, de patos salvajes. El tercer atractivo es un parque de lava escarpado, lleno de figuras caprichosamente puntiagudas, por las que se pierden varios caminos: Dimmuborgir. Queda completado el día en Myvatn. De vuelta a Akureyri no podía faltar, a medio camino, una catarata más: Godafoss. La cascada de los dioses. Hermosa, rotunda, pero puestos a clasificar no el pódium de las tres mejores de Islandia; pero sí entre las diez. Volverás a cenar un pad-tai en el mismo tailandés, un plato delicioso que asienta el estómago mientras vas domando las emociones. No todos los días ves la cara oculta de la Luna. Y además, no lo olviden, ¡hasta los cojones de gente!