Los tiempos han cambiado. Aquello de ir por la calle y desviarse, sobre la marcha, a tomar unos oricios ya no hay cristiano que se atreva a hacerlo. La ‘oricio’s experience’ requiere ahora de una meticulosa hoja de cálculo. Si por ejemplo se trata de cuatro viejos amigos con confianza, el oriciaje empieza por un sondeo para saber cuánto les costará el dispendio. Sondean tres sidrerías y descubren que en todas el equinodermo se cotiza a 25 la docena. De modo que, ya puestos, optan por una céntrica de relumbrón. Pactan tomar tres raciones para cuatro, o sea, 75 euros de oricios, 9 unidades por barba, que prevén forrar a los postres con un buen surtido de queso.
Cuando llegan a la mesa, una docena cruda y dos cocidas, su tamaño decepciona. Cuesta cada uno dos euros y unos céntimos. Rondará la unidad los 70 gramos, pero quitadas la cáscara, las púas y las tripas, cuando cada comensal acaba su parte acaso haya metido en su estómago 84 gramos de bocado naranja. Luego llegan un pastel de centollo, grandes hojas de lechuga con un pegotín de materia prima perdido sobre una de ellas, a razón de 30 euros, y dos tipos de queso, bien untados con pan, que con la sidra y el café suman 40 euros por barba. La primera ‘oricios experience’ de 2023, un jueves de febrero, resulta un fiasco. Tanto en calidad como en cantidad como en precio.
Al día siguiente, rumiando aún la derrota, este cilúrnigo se topa ante sus ojos en la pescadería con una caja de suculentos oricios. Están a 15,80. Se dice: ¿Por qué no? Son dos días seguidos, pero pasó tal hambre la víspera que su dosis de yodo sigue en números rojos. Pide una docena de los más grandes, pesan kilo y medio y le cobran (de nuevo) 25 euros. Una vez en casa se hace buena la advertencia que realizó a la pescadera. “A este precio deberíais acompañar una foto de lo que hay dentro”. Ella asintió. Y el temor se hace realidad. Grandes carcasas negras y moradas; bellas, hermosas, radiantes; ocultan débiles rodajas de gónadas insípidas, tristes, débiles. Segundo fiasco a precio de oro.
¿Qué hacer entonces? ¿Pagar un tercero? ¿O volverse temporalmente un disgustado hermafrodita oriciero? Ha pasado ya un mes de la doble ‘oricio’s experience’ y este cilúrnigo no se decide a darle otra oportunidad a esa tradición tan nuestra reconvertida, hoy, para disgusto de todos, en un puazo a la cartera sin pasar apenas por las papilas gustativas. ¡Ay, paladinas! ¿Dónde quedasteis? ¿Estaremos cerca de perder esta esencia? La oricio’s experience se nos ha subido a la parra. Se ha puesto pija repija. Y con ello, de aquel placer del pueblo para el pueblo, al alcance de todos, hemos pasado a un territorio puado, hostil, con aromas de salitrosa antipatía. ¡Qué pena más grande!
pd 1.-AYER SÁBADO, 4 de marzo, el kilo de oricios estaba en Supercor a 24,95. ¡Tremendo!
pd2.-EN EL COMERCIO DE HOY DOMINGO el genial MIGUEL MINGOTES recrea con su mano mágica el nuevo estatus del oricio. Bajo la leyenda ‘Oriciu. Playa de San Lorenzo’ muestra un trozo de cáscara blanquecina de nuestro amado oricio convertido en pieza de joyería. No os lo perdáis!!!!!