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Adrián Ausín

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El sonido de las manzanas

En estas fechas nuestra tierra goza de un atractivo adicional muy poco promocionado: la caída de la manzana. No hablamos de la caída en sí misma, sino de su sonido. Escuchar caer una manzana constituye un ritual tan intrínseco de Asturias, tan auténtico, tan peculiar que no deja de resultar extraño el escaso eco del asunto. Solo es cuestión de tumbarse en una pomarada, relajarse con los aromas, disfrutar con la contemplación de las ramas cuajadas de fruta y esperar. De repente, el oyente percibirá un sonido seco, pero amortiguado, producido por el golpe de la manzana contra el suelo y un pequeño añadido al caminar ésta unos breves centímetros sobre la hierba hasta quedar detenida. «Ahí está. Otra», se dirá. Sin embargo, a estos dos sonidos descritos les antecede otro del que, curiosamente, se es consciente a posteriori. El testigo de la caída de la manzana rebobina en su disco duro y solo entonces podrá escuchar el instante de la quiebra, ese en el que la manzana se separa para siempre del árbol que la ha alimentado durante meses. Unas veces es solo un chasquido; otras éste se acompaña de un roce entre las ramas, según la ubicación de la gran protagonista de ese momento mágico.

redux

En agosto caen las primeras manzanas, que no valen nada. Las de septiembre empiezan a utilizarse para hacer sidra dulce, mermeladas, compotas u orujos. Ylas de octubre y noviembre son las fetén para la sidra natural. Cada vez pesan más y cada vez caen en mayor número. En una pomarada de andar por casa de veinticinco unidades en las afueras de Gijón, del miércoles al jueves, o sea, en veinticuatro horas, los árboles tiran unas doscientas manzanas. El que más, pues está en un proceso más avanzado, cuarenta;y el que menos, ninguna. Es decir, en total, una cada siete minutos.

redux-2Esa es la expectativa que tiene, avanzado septiembre, el gijonés o el asturiano o el turista que decida tumbarse en un prau a esperar. Si lo segaron la víspera y recogieron antes todo el ‘material’ del suelo, al espectáculo del sonido le acompañará otro nada despreciable. La vista de una pomarada sobre una alfombra verde bien afeitada con unas pocas ‘bolas’ dispersas por el suelo, como si se una mesa de billar se tratase, constituye, sin duda, el antídoto más astur contra el estrés. Solo es cuestión de coger una manta, una silla o, lo mejor, una tumbona y mirar. Las manzanas envolverán el ambiente con una fragancia tal que los ojos del ‘oyente-mirante’ irán bailando pausadamente de una rama a otra, del árbol que lo balancea al vecino, de un mirlo a un raitán, de una fruta a otra, de un resol a otro, así hasta que se empiecen irremisiblemente a entornar.

redux3Es entonces, escuchando ya casi solo su respiración, cuando se produce otro instante mágico. Una manzana se desprende sigilosa de su rama, desafía la gravedad apenas un segundo y golpea el suelo acolchado para deleite del ya casi testigo durmiente, que esboza una mueca de júbilo antes de desvanecerse.

(Pubilcado en EL COMERCIO el viernes 22 de septiembre de 2017)

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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