20.
Ziprus llegó compungido a la cita. La noche anterior había extraviado el carrito de los helados. “Qué va a ser de mí”, clamaba medio en serio medio en broma. “Tranquilizaos, Alacrán; ¡teneos! Otras grandes empresas, a buen seguro, os aguardan”. Cílur desplegó la gran pantalla que ocupaba casi una pared entera de su casa y se acomodaron ante ella. “¿Tas preparau?”. Chang asintió y pulsaron el play de ‘Isabel’. En esta ocasión, vieron aquel capítulo en el cual cobra protagonismo la Alhambra, con sus intrigas, el secuestro de una dama castellana, Isabel, que prenda al emir Mulay Hacén y la acaba haciendo su favorita reconvertida en Zoraida; y las conspiraciones de su esposa oficial, Aixa, con su hijo oficial, Boabdil, contra él. La Alhambra se muestra majestuosa; bella como la conocen los turistas, pero algo equipada en sus estancias, lo cual le confiere una grandeza adicional.
-¿Queee? ¿Prestote la Alhambra?, interrogó Chang al finalizar.
Cílur había vivido tres años en Granada tras acabar la carrera de Periodismo. Se instaló en el Albaicín, donde la vida llevaba otro ritmo. Cada mañana al despertar, nada más abrir las contraventanas lo primero que veía era la Alhambra; y cada noche, al acostarse, igualmente, le acompañaba el monumento nazarí, pero esta vez iluminado. Siempre comentaba que de haberse quedado en Granada, aquella dualidad mágica que formaban la Alhambra y el Albaicín habría acabado por atontarle, con en contrapunto de Sierra Nevada protegiendo el horizonte, una belleza extrema, podría decirse que hiriente, sin comparación posible.
-Decidme caballeros algún paraje que atesore mayor belleza, amén de nuestra amada Cimavilla o nuestros riscos de Covadonga; comentó en tono irónico.
-O les discoteques bakaladeres, apostilló Chang.
-O la Iglesiona y El Molinón, terció Ziprus.
El debate sobre el serial abundó en esa jornada sobre la trascendencia de los Reyes Católicos en una España dividida en reinos de taifas, donde nobles y obispos tenían sus propios ejércitos y era imposible actuar desde una visión de conjunto.
-Curraron como hijos de puta. No les ves de cacería o pasando el domingo viendo la tele. Estaban todo el día dale que te pego con los asesores… No como ahora, que solo piensan en pillar cachu; reflexionó Chang.
-Da la sensación, amigos míos, de que en la actualidad se les ve como algo antiguo y casposo, cuando en realidad el suelo que pisamos está conformado exactamente como ellos lo dejaron.
-Grandes palabras decís, amigo Cílur; ¿qué sería hoy de esta España nuestra sin sus católicas majestades? ¿acaso un apéndice de Portugal? A punto estuvo de serlo si su invasión hubiera prosperado.
-La pena es, precisamente, el toque católico de la gesta; esa obsesión por la cristiandad. Si hubieran hecho lo mismo pero alejados de la Iglesia se les vería como grandes hombres de Estado desprovistos de ese tono anticuado que comentabais. Pero, puestos en aquel contexto, acaso fuera mucho pedir.
-Y no olvidéis que Cisneros y fray Hernando de Talavera fueron hombres de bien, anotó Ziprus.
-En vez de esa imagen de recatamiento le habrían dado otro aire a la serie si hubieran sacado a Isabel y Fernando echando unos buenos polvinos en la alcoba.
-Amigo Chang, me santiguo ante vuestras inverecundiosas palabras. ¡Recataos por dios!
-Ye que taparon mucho a Isabel. En cambio mira Fernando con ese pedazo catalana…
-Recataos, insisto. ¡Chang! No mancillemos el buen nombre de nuestras heroicas majestades.
-Por cierto, ¿alguien tiene el número de la catalana?, apostilló Ziprus.
-¡Cuánta bellaquería! Teneos los dos, o habré de desenvainar.
-Conmigo lo tienes más que jodido. Vas a tener que coger un ovni, chaval.
-Empresas de más altas cotas he acometido, gañán.
-Pues aquí os espero con mi acero toledano y mi legión de infiernícolas.
Chang adoptó entonces una postura guerrera, pero a Ziprus y Cílur les dio un ataque de risa. Como el de Tarantino y Lifus en Tazones. “Más que un espadachín semejáis acaso una avutarda”. “No descarguéis vuestra ira sobre nos; ¡apiadaos!”. “Por belcebú, ¡que nuestras pieles ateridas se hayan!”. Jajaja. “Cagonmiputamare, ¡a ver si bajo!”. “Teneos, teneos, no desafiéis las leyes de la gravedad; pues habéis de tener en cuenta que del infierno no se baja, ¡se sube!”. “Qué hijos de puta malnacidos. Al platu llegaréis”.
Entonces Cílur cambió radicalmente de tercio.
-Dejemos descansar en paz a doña Isabel y don Fernando en sus enjaezadas sepulturas granadinas, y decidnos, gochu nuestro, ¿habéis urdido algún argumento en favor de mis nobles intereses en el asunto que me ocupa con doña Tarita de las Finas Zarzaparrillas? ¿Algún ‘argumento’ en mi secreta contienda con Brad Pitt?
-Así es, gochu-perru, pues acaso no hayáis caído en la cuenta de que el mozu, pese a la buena prensa que le adorna, tiene unes pantorrilles en extremo enflaquecidas; nada comparable con vuestros fornidos gemelares.
-Ummm. Cierto es que cuando lo divisé en Estaño con los prismáticos me chirriaron algo sus patuquinas pero no pensé más en ello pues las muyeres miran principalmente al rostro del varón y con vaqueros disimula bastante.
-Pues el otru día hallé por aquí en les calderes a Héctor el del Tremulante Casco y me dijo que en la batalla de Troya si perdió aquel duelo con Aquiles no fue porque no tuviese lugar donde herirlo mortalmente sino porque le desconcentraron sobremanera aquellas patas de alambre. Me dijo que le dio un ataque de risa y que esa fue su perdición. Cuando se rodó la película se reeditó el asuntu y Héctor, en este caso el actor, no dejó de mirarle les pates a Brad hasta que el rubiquín se agarró un mosqueo de cojones. Al final, usaron un extra para esas escenas, uno que tenía les pates como dios manda. Ahí tienes el talón de aquiles de Brad Pitt. ¡Les pates!
-¡Ostras Pedrín! Os felicito efusivamente, Chang. Prometo no llamaros cochinillo asiático en los próximos dos meses; tres si es necesario. Solo falta ver la manera de utilizar este ‘troyano’ para darle en la línea de flotación.
-Es muy sencillo. Cuando lo tengas frente a frente le dices: ‘Brad, bájate los pantalones si eres hombre’. La propuesta de Ziprus era sencilla y efectiva. Aunque acaso no aceptase el reto.
Siguieron dándole vueltas al asunto y Cílur aventuró: “Oye, y el apellido, ¿no será una derivación progresiva de pates flaques, pates pitillo… ¡PITT!” jajajaja.
-Solo que el apellido ye en inglés, ¡burru! ¡que yes un burru!, apuntó Chang.
-jajajajaja.
Pese a las puyas continuas, Cílur agradeció al cochinillo asiático haber descubierto el talón de aquiles de Brad Pitt. A ver qué madre quisiera para su hija a un actorucho con pates de alambre. Aquel dato podía suponer un auténtico filón, pero de todas formas le animó a seguir buscando debilidades que le pudieran ayudar en su amorosa empresa. A la guerra hay que ir con todas las armas posibles. Si luego no hace falta usarlas, mejor que mejor. Pero cuantos más útiles se lleven pertrechos en las alforjas más posibilidades habrá.
Chang pidió una crónica pormenorizada de todos los fiestones de la semana, con especial atención a la de Abanico Estelar. Cuando Cílur le habló también de Tazones y del show de Tarantino en el Soda 913 rabió. De todas formas, su mayor deseo hubiera sido subirse al escenario del Jardín con el equipo de ‘Rebelión a bordo’. “Si me llega a ver bailar a mí Tarita, con el estilín que tengo, ¿dónde hubieras quedado tú, pedazo gañán? ¿Dando alfalfa a los cerdos?”. “Sí, por ejemplo, a ti”. Jajajajaja.