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Cuando Quentin Tarantino regresó a Cilurnigutatis del periplo castellano con sus hologramas, el ‘Bounty’ ya era historia. El rodaje de ‘Rebelión a bordo’ había concluido su etapa gijonesa y el velero había zarpado a alta mar para continuar la película. El paso de Polanski por la ciudad había dejado poca huella; lo excusaba su senectud. El de Brad Pitt había sido más que discreto. Salvo aquella aparición en ‘Abanico Estelar’, poco más se había sabido de ellos. A Cílur le seguía rondando en la cabeza quién era la acompañante de Brad Patas de Alambre aquella noche en El Musel. ¿Tarita? Era la pregunta del millón. El número de ‘Magullu’ de octubre estaba ya en impresión con una portada de ensueño. Tarita bailando en primer plano ante un chulangas Pata Pitillo que la mira mitad embelesado mitad perdonándole la vida. El contoneo de Tarita era de una sensualidad máxima y la mirada del prota la complementaba a las mil maravillas. La estrella y la nueva belleza de Hollywood; ¿o deberíamos decir de Cilurnigutatis? ¿Se perdería de vista para siempre? ¿Daría el salto definitivo al mundo del cine? Cílur reflexionaba sobre ello apoyado en el quicio de la ventana del salón de reuniones de ‘Magullu’ con la mirada perdida hacia San Lorenzo, ahí donde había tenido lugar aquel rodaje a todo trapo de las grandes escenas de ‘Rebelión a bordo’. Dudaba si ponerle un mensaje, pues en caso de haber iniciado una relación con el rubiales sería totalmente contraproducente. Pero siempre estaba la excusa de la revista. Así que se decidió a lanzar un globo sonda.
-Tenemos en fase de impresión una portada de restallu. ¿A que no sabes quién sale? Si andas por aquí te puedo pasar fotos; si estás camino de Hollywood… ¡infórmanos! Somos todo oídos…
Ahora tocaba pensar sin prisas en el siguiente número, el que habría de salir el 1 de noviembre. La portada estaba, pues sería el momento de profundizar en el rodaje de ‘Pelayus’. Su potencial protagonista se había ido a alta mar, pero algo le decía a Cílur que cuando acabase con el ‘Bounty’ estaría de regreso; y su potencial director acababa de volver de unas andanzas por Castilla que lo había dejado a las puertas de pedir la nacionalidad española. En el guasap de Cílur había fotos de mollejas, de unas impresionantes coreografías musicales en la calle central de Boca de Huérgano, de conventos y castillos, de la habitación donde nació Isabel la Católica en Madrigal de las Altas Torres, de la cama (recreada) donde murió en Medina del Campo, de un cochinillo asado, de una proclama teatral entre ruinas, del propio director norteamericano sentado, pese a estar prohibido, en el trono real del alcázar de Segovia con una penetrante y regia mirada… Quentin se había portado y en agradecimiento al plan de viaje trazado por el señor ‘Magullu’ le había remitido toda una crónica fotográfica de su periplo castellano intercalada por una sucesión de adjetivos que iba aprendiendo del castellano, casi siempre con una o dos letras mal puestas: “Spectacularr”, “grrranndioso”… En una del castillo de la Mota ponía “my home” y en un primer plano del Mollejo con las mollejas en el plato decía “putu amu”. Cílur repasaba sus mensajes entre risas interiores. En el último se citaban para el día siguiente. Desde su retorno, tres días atrás, los hologramas habían vuelto a sus rutinas gijonesas; vermús en el Café San Pedro con los ‘Paradisos’, visitas a la tienda We Make Home, donde amenazaban con acabar con toda la fauna de animales, un concierto de jazz, meriendas en el Bariloche e incluso un baile en el Café Dindurra, animadas por un directo de Los Solomones, en el que habían sacado a bailar a Don Miguel de Mingotes que ese día, vaya usted a saber por qué, lucía esmoquin blanco y pajarita. La danza, suelta y agarrada, había sido muy celebrada y El Comercio del día siguiente la había llevado a portada bajo el irónico título ‘Después de vieyu gaiteru’. ¿Cómo se lo habría tomado don Miguel? Bueno, él, más irónico que nadie, a buen seguro reiría. Pero, ¿y su dama de diario? Decidió escribirle.
-Hola Humpery!!! ¿Te sigue hablando la muyer?
-Yaidije que son hologramas y que esto a mí revalorízame un montón.
-¿Pero te sigue hablando?
-A ratos (emoticono de risas)
-¿Ya quedasteis los cuatro?
-No me decido. Igual acabamos en comisaría.
-¿Despedimos septiembre con un baño?
-Yo bajo ahora.
-Allá voy.
-¿Esmoquin o bañador?
-Voy llevar albornoz y gafes negres, nun vaya a ser.
-¿Te acosa la prensa?
-Toi de moda fíu. (emoticono risas)
Media hora después, mientras un campanario anunciaba la una de la tarde, ambos contertulios bajaban la Rampla de la Escalera 2, colgaban sus aperos en un gancho de la pared y se zambullían en las todavía templadas aguas de San Lorenzo, aún a veinte grados, casi la temperatura exterior. Había pleamar y esto facilitaba las cosas para entrar rápido y quedar en posición horizontal, como si estuvieran en el Mar Muerto flotando, con vistas a la Antigua Pescadería, el Ayuntamiento, el Campo Valdés y la iglesia de San Pedro.
-Te estás volviendo muy mediático, Miguel.
-No hago declaraciones sin mi abogado.
-¿Sin tu abogado o sin tus hologramas?
-Si quies exclusives saca la chequera (risas).
-Bueno, ¿qué? No conocía tus dotes de bailarín…
-Ye que fui a la mili con Fred Astaire.
-Jajaja. ¿Y con la mula Francis?
-Sin faltar, ¿eh? Tas hablando con un galán.
-Bueno, bueno. Entonces, ¿a cómo me vendes esta exclusiva?
-Tengo que pensalo. Marilyn me pidió salir, pero yaidije que toi comprometíu.
-Madre mía, esto se pone interesante.
-Y Audrey también. Tan peleaes, pero yaiosdije que mejor ninguna. Expliqueios que lo nuestro era platónico, pero metime en un lío. Empezaron a mirar a Platón en el móvil y lo primero que me preguntaron era si era un antepasau mío. Necesité media hora para que lo entendieran.
-Pero eso, ¿antes o después del baile?
-Después. Cuando tábamos con les margarites.
-¿Las llevaste a un prau?
-No joder, ¡les margarites de beber!
-Cualquiera te tose, Humpery. ¿Vas a cambiar de amigos?
-De momento, no. Pero ya os informaré. Toi pensándolo (risas).
-Estos hologramas están dando un juego de la hostia (más risas).
-Y más coses que no sabes…
-Creo que te voy a poner vigilancia. Nunca te pegaste un tortazo más rentable que el del Molinón.
-Es que yo hasta cayéndome tengo estilo.
-Jajaja.
Cuando se vestían, Don Miguel le avanzó que presentaba “un librín” en cuestión de días, acaso de inspiración holográmica, pues su título así lo dejaba caer: ‘Estrelles’. Empezaron a elucubrar sobre a quiénes se podía considerar las verdaderas estrellas gijonesas cuando la más emergente y bella de todas ellas se empezó a distinguir entre los paseantes. Avanzaba desde la Escalerona hacia San Pedro y Cílur, tras verla de reojo, acabó de vestirse con rapidez para poder hacerse el encontradizo con su (secretamente) amada.