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Adrián Ausín

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Gijón desde el mar

Basta remar unos metros para empezar a sorprenderte. Gijón, desde el mar, es otro. O, más bien, es el mismo, pero mucho más bello. En vez de mirar desde la ciudad hacia el oleaje lo haces al revés: ves un trozo de ondeante mar y luego la city, desplegada a lo largo de seis kilómetros de costa; tres desde el Cerro hasta el Rinconín y otros tres desde el Cerro hasta el Arbeyal. Parece Nueva York o Sidney, pero es Gijón, donde sólo falta sol para salirnos del todo. Si tuviéramos veranos de cuatro meses a razón de 25 grados diarios, no nos gurgutaba ni Blas. Basta remar unos metros y girar la vista atrás para ver el Muelle en todo su esplendor, con Cimadevilla recortando el cielo. Luego aparece Poniente, con las casas barco muy bien colocadinas. Entonces giras a la derecha y empiezas a rodear el rompeolas, a perimetrar el Cerro de Santa Catalina, donde emerge el Elogio, colosal, reinando en la atalaya gijonesa. Unas peladas más y comienza a asomarse San Lorenzo, nuestro gran escaparate. Esta mañana, animadísimo, lleno de caracoles humanos ávidos de sol. Por mucho que la primera línea de playa la conformen edificios innobles, la vista general es impactante, amplia, alegre, dominable, marinera. Ponemos el kayak rumbo al Cabo San Lorenzo. La mar está picada y le damos al bote varios barrigazos al atacar las olas. Sobrepasamos el cabo y nos asomamos hasta Peñarrubia. Pensamos hacer una entrada a la playa, pero la mar llega brava y desistimos. Media vuelta.

El espectáculo de la bahía gijonesa recibe de pronto un importante complemento. Un avión empiza a hacer acrobacias en el cielo. Es uno de los participantes del Festival Aéreo del domingo y vemos sus piruetas desde el agua, a escasos metros de una embarcación de la Guardia Civil. ¿La abordamos? ¿Simulamos tener los dos fardos de coca que aún navegan por el Cantábrico? Mejor no. Si San Lorenzo da la imagen veraniega de Gijón, la curva del rompeolas hacia el puerto deportivo ofrece la mejor postal: el Muelle y sus barcos. Espectacular. Hace una semana, también enfocamos el Arbeyal y el puerto deportivo de La Osa, así como un discreto pedrero donde tomamos prestado un bonito alijo de llámpares, a las que acompañé una salsa para chuparse los dedos, modestia aparte (tengo testigos).

Hoy, el atraque junto a la Antigua Rula se produjo en torno a las dos de la tarde y había que preparar aún la comida, así que le robamos a la jornada el remate ideal de otras veces: una botella de sidra, con patatas y aceitunas en la Cuesta del Cholo. Con las vistas de Gijón desde el mar pasando como una película por la mente va uno de mejor humor a trabajar. ¡Xixón, qué guapín yes!

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


julio 2011
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