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Adrián Ausín

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La guinda

Un práctico ejercicio para escépticos consiste en imaginar un espacio ocupado por una escultura, de repente, sin ella. A quien sigue diciendo ‘Chaponas’ con desafecto, afortunadamente pocos, que dibuje desnudo ese hermoso recodo del paseo marítimo. El vacío, veintidós años después, sería tremendo. ¿Y el del Cerro sin el ‘Elogio’? Casi mejor no pensarlo. Sería algo así como caminar para atrás.

La formidable apuesta de Gijón por el arte abstracto en los espacios públicos, con 36 piezas de mediano o gran formato, propició un patrimonio de proporciones mayúsculas con el que, en territorio nacional, compite solo Barcelona. En solo veinte años, entre 1990 y 2010, llegaron 32. Lo hicieron para realzar parques, señalar barrios nuevos o valorizar el litoral. Y combinaron extraordinarios autores asturianos –Alba, Fresno, Manzano, Canónico, Herminio, Maojo, Lombardía, María Jesús Rodríguez, Eugenio López, Mieres, Camín, Zaratiegui…–, otros con vínculo astur –Vaquero Turcios, Amador, Noja– y firmas nacionales de prestigio. Entre estas, por encima de todas, la de Eduardo Chillida, cuyo ‘Elogio del Horizonte’ cumplió el martes tres décadas en la proa de Santa Catalina.

La apuesta por el arte abstracto tuvo su aperitivo en 1970 con el ‘Monumento a la madre del emigrante’ de Ramón Muriedas, que abrió Gijón a un nuevo lenguaje alejado de los cánones clasicistas. Peleó la ‘Lloca’ largo tiempo contra la incomprensión más absoluta. Luego lo haría el ‘Elogio’ en 1990, aunque la bronca fue más breve. Y en 1998 tomó el relevo ‘Sombras de luz’, la maravillosa y enigmática pieza de Alba. En días pasados, el artista salense invitaba al espectador a dejarse llevar, a no intentar comprender al vuelo las nuevas creaciones. Hacía lo propio Manzano, cuyo ‘Cantu los díes fuxíos’, pese a no haber sido ni siquiera inaugurado, es hoy parada habitual de caminantes hasta el punto de resultar difícil disfrutarlo en solitario.

Nuestras esculturas, con el tiempo, han calado en el ciudadano. Pero curiosamente cuando su aceptación es mayor no lucen precisamente su mejor estado. El Ayuntamiento inició meses atrás la tarea de remozarlas. Pero para que esto sea efectivo, falta declarar una guerra abierta, intensa y efectiva a los cafres que las siguen pintando, lo cual no deja de ser un delito. Se saneó ‘Génesis’ a principios de año y en cuestión de días ya tenía una nueva pintada. O se ataca esto con luz y taquígrafos o este patrimonio lucirá siempre con la bandera a media asta. Cuando no se respeta ni el ‘Elogio’, la guinda de este hermoso pastel gijonés, nos estamos disparando a nosotros mismos.

Publicado en EL COMERCIO el jueves 11 de junio de 2020

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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