Imaginemos tres casos fáciles. Un madrileño entra al Museo del Prado y pinta un borrón en ‘Las Meninas’. Un florentino se planta ante el ‘David’ de Miguel Ángel y le lanza una pedrada. O un parisino le pone unos bigotes a ‘La Gioconda’ en el Louvre. En los tres habrá detención, juicio, por supuesto condena y una monumental multa para restaurar el bien dañado. Sin embargo, si trasladamos el ejemplo a Gijón nada de esto ocurre. Nuestra escultura de mayor proyección internacional, acaso el objeto artístico más cotizado de la ciudad, dado el prestigio mundial de su autor, Eduardo Chillida, es objeto de pintadas desde su inauguración hace treinta años hasta la actualidad; estúpidas frases o consignas que dañan su imagen, y la nuestra, con gravísimas consecuencias para su homogeneidad y un coste de muchos miles de euros para intentar devolver el ‘Elogio del Horizonte’ al estado más aproximado a su origen.Quizá no esté de más recordar que un óleo dentro de un museo y una escultura pública son igualmente obras de arte. Como tales deben protegerse y aplicar por tanto el Código Penal (artículos 321 a 324) a quienes atenten contra ellas, máxime de una forma tan frívola, absurda e indignante. Gijón posee un extraordinario patrimonio escultural y tras ocho años de abandono absoluto podemos felicitarnos de la existencia de una nueva sensibilidad municipal hacia su conservación, con partidas encaminadas a restaurarlas. Sin embargo, ¿de qué vale limpiar ‘Evocación, ‘Génesis’ o ‘Monumento a la paz mundial’ para que a los tres días tengan nuevas pintadas? ¿No estaremos tirando el dinero? Una cámara de vigilancia ante las piezas más atacadas allanaría muchas cosas: quizá disuadir a los cafres y en caso contrario, posibilitar una rápida acción policial o tener pruebas para identificarlos. Parece obvio, pero no se hace. Ni parece existir conciencia pública de que no estamos ante una gamberra juvenil, sino de un grave delito. ¿No lo vemos? Pues así nos seguirá yendo.
Para más inri, en el ‘Elogio’ no han puesto ‘Viva Vivaldi’. Piden ‘Libertad para Pablo Hasel’, rapero catalán condenado a dos años de cárcel por enaltecer el terrorismo con sus letras y cantar lindezas como «no me produce ninguna pena el tiro en la nuca a un pepero». Este energúmeno justifica a los Grapo, Terra Lliure y ETA; y se le puede ver sobre el escenario, en Youtube, acompañado años atrás de un trío de mirlos apellidados Iglesias, Monedero y Errejón. Todo encaja, ¿verdad? Las cámaras serían, seguro, un buen aliado de nuestro patrimonio.
(Publicado en EL COMERCIO el jueves 3 de septiembre de 2020)