En febrero toca rematar la puesta a punto de los manzanos. De sus caóticas formas pueden derivarse conclusiones erróneas, como si pudieran progresar y alcanzar su esplendor sin la ayuda del hombre. Nada de eso. El manzano, a su albedrío, enseguida se escora o se tupe demasiado, siendo vulnerable a un golpe de viento que lo lleva al suelo. También se llena de formas invernantes, hongos y líquenes que van devorando lentamente las ramas más finas. Basta darse una vuelta por nuestro perímetro gijonés para observar la sustancial diferencia entre pomares cuidados y pomares dejados a su capricho. Los del cilúrnigo están en la linde maliaya. Atenderlos cada invierno mientras reposan en su dormidera constituye una tarea larga, pausada y gratificante que se prolonga desde diciembre hasta febrero. Lo primero, caída la hoja, son las podas. A veces, en una mañana, solo hay tiempo para afeitar un par de ejemplares. Lo primero es caminar a su alrededor y observar con detalle para trazar el plan. A mano están la motosierra, dos tijeras, grande y pequeña, y una escalera. La estrategia común pasa por despejar la base del tronco, crear un espacio diáfano en el corazón del árbol, sin que se atraviesen ramas de un lado a otro, quitar chupones verticales y cortar enteras ramas que lleguen a lugares indebidos o sean peligrosas para el trajín de los humanos, sobre todo a la altura de los ojos.En un manzano adulto esto puede llevar dos horas. El segundo paso es el cepillado para arrancar las formas invernantes. Entonces te sientes como el jinete con su caballo.Él bruñe el lomo y las melenas; tú las cortezas. Pero luego toca llegar a esas yemas atosigadas por un liquen que acabará por pudrirlas. Cogerlas con cuidado y eliminar el parásito, garantizando larga vida a la extremidad y acaso una sabrosa manzana, es tarea tan minuciosa como placentera.
Ayer tocó el capítulo final: el fumigado con cobre y aceite fungicida de toda la pomarada. Vestido como un astronauta anticovid, cinco mochilas bastaron para dejar goteando a los veintitantos manzanos. Ahora solo falta quemar las cinco montañas de ramas acumuladas en las podas. Y esperar. Enseguida brotarán las flores. Luego serán frutos. Y cuando vuelva a ser invierno, a finales de 2021, tocará recoger la manzana para triturarla y llenar los toneles del líquido elemento. El proceso de la sidra, elixir de elixires, empieza ahora, cuidando cada árbol. Una buena poda, un buen cepillado, como si fueran purasangres, y un tratamiento contra los enemigos ocultos de la naturaleza son la clave del éxito futuro. La obligada antesala del escanciado.
(Publicado en EL COMERCIO el jueves 4 de febrero de 2021)