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Adrián Ausín

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El tubo y la vieira

Cuando el cilúrnigo se pone manos a la obra no sabe parar. Eso de dejar cosas a medias, tan intrínseco a estos pagos, enciende tantas alarmas en su mente que lo mejor, sin duda, es enfocar el asunto y terminar. Es así como desde que descubrió no uno sino tres atascos en la conducción de agua montuna que atraviesa las tripas de su prao tuvo una ruidosa luz roja azuzándolo. Un auténtico géiser en mitad de la hierba destapó el entuerto. Cuando remitió y pudo meter la mano en el agujero dio con la primera mata de raíces obstruyendo el agua. Había dos más. Y eso requirió abrir una zanja de diez metros para renovar la conducción. Lo hizo una pequeña excavadora. Luego quedaban muchas tareas. Tras el obsequio del vecino, un tubo sobrante de cinco metros, faltaba comprar otros cinco y ahí se abría la incógnita. ¿Cómo transportar un tubo de esas medidas? En el punto de venta más cercano no hacen portes de forma rutinaria y el cilúrnigo no podía esperar. Así, el lunes desatascó. El martes, acudió temprano al negocio, tomó un trozo de tubería de más de tres metros y lo llevó caminando tres kilómetros por el arcén entre Quintueles y San Miguel de Arroes como un cristo con su cruz camino del Calvario. Solo que en vez de la cruz de madera llevaba un largo tubo de plástico a hombros. Justo cuando llega a destino, dolorido, media hora después, telefonea el mismo vecino y al contarle el operativo, pregunta: «¿Le colgaste una viera?».
Las carcajadas sobre el ‘peregrino del tubo’ duraron largo rato. El martes tocó empalmar tubos, presentar tres arquetas y empezar a echar tierra. Y el miércoles, con un poco de ayuda, quedó toda la conducción funcionando y oculta de nuevo bajo tierra. De lunes a miércoles, obra terminada en lo sustancial, a falta de detalles.

Venido arriba por la gesta, el cilúrnigo se propone escribir ahora a Gijón al Norte. Si ha hecho un pequeño túnel en su prao en tres días, rematar el infame metrotrén no es ya empresa que le asuste. Ni Moreda ni Museo del Ferrocarril. Hará la estación intermodal en el Humedal, ahí de donde nunca debió moverse. Todo lo demás es una madeja del absurdo y de la más absoluta incompetencia.

Aprovechando que el Piles pasa por Gijón, demolerá luego el esperpéntico quiosco de música de Begoña, encargando otro de corte clásico, y soterrará el tráfico en el Muro como propone Diego Cabezudo. Luego girará a la izquierda y acelerará para hacer limpieza en la Ería y cuando acabe igual se da una vuelta por la variante de Pajares. Con un tubo y una vieira al hombro, no ha lugar a burocracias, plazos ni quimeras. El peregrino actúa.

(Publicado en EL COMERCIO el jueves 4 de marzo de 2021)

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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