En 1968, ‘El Planeta de los Simios’ apenas se llevó una distinción honorífica por maquillaje (categoría inexistente entonces en los Oscar de Hollywood), quizás por haber destinado el 17% del presupuesto de la película a este capítulo. A ojos del siglo XXI, pese a su escueta gloria, la película de Schaffner fue revolucionaria y tremendamente original. Imaginar un mundo al revés y presentarlo de forma creíble tiene su mérito. Todo comienza con la caída de la nave espacial sobre un lago y el inicio de los tres astronautas supervivientes de la búsqueda de vida en lo que consideran un planeta extraño. Al final, tras ser apresados por simios a caballo y pasar mil y un peripecias, Charlton Heston será el encargado de toparse, en medio de una playa, con la Estatua de la Libertad semienterrada. Sólo entonces descubre que ha vuelto a la Tierra y la película acaba con sus lamentos. Maldice las guerras y maldice a los humanos, que han acabado con todo. Un final épico.
En 1991 Tim Burton lo intentó de nuevo y la cagó. Mucho ruido, pocas nueces y una escena final vomitiva con Abraham Lincoln convertido en mono. Llegamos a 2011. Un director sin caché, Rupert Wyatt, explora el porqué del fin de la civilización humana y el inicio de la civilización simia. El riesgo es alto y la posibilidad de volver a cagarla, elevadísima. Sin embargo, ‘El origen del planeta de los simios’ construye un argumento verosímil que atrapa al espectador de principio a fin. Si en la película de 1968 el primer encuentro entre simios y humanos es una persecución de los primeros a los segundos a campo abierto; la de 2011 arranca con la imagen inversa, más propia de nuestra cultura. De esa captura, cuyo objeto es enjaular a sufridos primates para experimentar con un fármaco, a la involución humana y la evolución de los monos habrá un corto camino que Wyatt recorre de manera totalmente convincente. “Quita tus sucias manos de encima, mono asqueroso”, gritaba Charlton Heston para sorpresa de sus captores, que no conocían hombres con el don de la palabra. Ahora, quienes pasarán a hablar serán los monos, comandados por un líder emergente, César, que bien merece un Oscar (¿resistirían Brad Pitt y compañía esta humillación de un chimpancé?). Gran entretenimiento y, por qué no, lección de humildad para la especie humana, tan abrasiva con su entorno que, sin lugar a dudas, acabará por aniquilarlo.