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Adrián Ausín

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Luis Caso

“¿Jusein? Tienes que dejame espacio”. Jusein soy yo (deformación cariñosa del apellido) y quien pide espacio es Luis Caso. Durante dieciséis años, los que llevo ininterrumpidamente en EL COMERCIO, he mantenido infinitas negociaciones de espacio con Luis Caso. Una entrega de premios en Quintes, una fiesta en Quintueles, unos nenos que han ganado un torneo, un pintor que expone… Espacio, espacio, espacio. Caso ha reclamado, día tras día, un rincón en la página de Villaviciosa, a veces la página entera, para contar la actualidad de la Mariña o de todo el concejo. “Oye, tienes que ponémelo con foto. Que si no no te lo mando”. “Esto tien que ir bien, que se porten muy bien conmigo”. “Si no me tratáis bien, marcho pala Nueva”. Las conversaciones con Luis Caso han sido un eterno tira y afloja aderezado siempre con el humor, la camaradería y un inevitable trasfondo de afecto acumulado. Primero como corresponsal titular con mando en plaza y luego como entusiasta apoyo de la larga lista de jóvenes periodistas que han pasado por la capital maliaya. Caso ha sido ese hombre rural con jersey de domingo y olor a purito con el que divertía discutir, con quien el tiempo hacía un parón para intercambiar cuatro chanzas, provocar un poco y, si era el caso, reservarle espacio.

De nuestras primeras conversaciones, allá por 1995, derivó su primera muestra de afecto: una lata de chorizos caseros de fabricación propia. Jamás volví a comer nada igual. Intenté chantajearle después en nuestras mil y una negociaciones para la página de la Villa, pero me quedé sin más chorizos. “Luis, como tu chorizo ninguno”, le decía entre crónica y crónica. Pero él, perro viejo, sabía que no necesitaba darme más. Ya me había ganado para su causa. Cuando me hice vecino a tiempo parcial de San Miguel de Arroes se presentó en el prao para pasar revista; y allí estuvimos de cháchara recorriendo manzanos. Le enseñé gustoso el escaño y la mesa que había hecho con mis propias manos y me piropeó: “Coño, yes más mañosu de lo que parecíes”.

Sus apariciones en el periódico, lento, pausado, apoyándose en la ‘barra’ de la entrada se habían convertido en un clásico. “¿Qué pasa Jusein?”. “Guardar las carteras, que está aquí el Charro Negro”, le replicaba yo. Ese había sido su nombre artístico cuando Caso cantó rancheras en su juventud y siempre buscaba ocasión de recordárselo. “Cántanos algo, Luis”. “Ya estoy mayor…”. Yo pensaba que bromeaba sobre sus achaques, pues todavía estuvo la semana pasada en el periódico y todavía escribió su última crónica hace un par de días. Costaba visualizar a Luis con un Mac o un PC. Más bien lo imaginaba en plena pradera mariñana, rodeado de ganado, redactando sus gacetillas con la máquina de escribir. Ayer se sintió mal, su familia lo llevó al Hospital de Cabueñes y allí murió cerca de las diez de la noche. Laura y Leticia reservaron espacio para Luis Caso, para su adiós, y prepararon una crónica lo mejor que pudieron, dejando a un lado las emociones. Yo pensaba en sus jerseys, en sus puritos, en su sorna; consciente una vez más de que la muerte entra sin llamar a la puerta, se cuela por cualquier resquicio y desaparece con su presa. José Luis Vallina Caso, descansa en paz.

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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