En estos tiempos de agárrate que hay curva han proliferado gurús, expertos y analistas. Manejan términos tan seductores como euribor, prima de riesgo, mercados, rescate o balanza. Seguro que saben mucho estos señores. No dudo de su capacidad cuando enchufo TeleMadrid a medianoche y sale uno retratando un panorama desolador y apuntando claves. Pero yo, con mi economía rural, creo que todas esas variables que tan bien manejan pueden resumirse en una sola, en un único consejo: ‘Españoles (diría), gastad menos de lo que ganáis’. Así de simple. Así de corto. Así de breve. Esa frase encierra la caja de pandora, el verdadero elixir de la vida para no llevar una mochila demasiado pesada.
Evidentemente, no hablo de la compra del afamado piso. Ahí hay que joderse, pero dentro de un orden. Máximo a 20 años. Máximo al 25% de tu sueldo. Y en todo lo demás, hay que organizar las finanzas personales de forma que todos los meses sobre un poco, o un mucho, sin ir con la lengua fuera. Eso de ir al concesionario a comprar un coche de 20.000 euros y poner mala cara porque te piden un adelanto de 500 no parece muy razonable. Primero hay que ahorrar y luego ir a comprar el coche. En España la peña se ha acostumbrado a pedir créditos como si los fuera a pagar el vecino. Y luego las facturas llegan puntuales cada mes hasta el último día. La costumbre mortal de adelantar el gasto de lo que vas a ganar es la que está detrás de todas las tragedias personales que se viven estos tiempos. Cuando se puede, hay que hacer calcetu. Y cuando no se puede, reducir el gasto de forma que siempre sobre un poco. ¿Pero que hago yo diciendo esto en España? Quizás deba disculparme. Igual me encierran.