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Adrián Ausín

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Los maquis según Gerardo Iglesias

En Asturias, entre 1937 y 1952, los montes estuvieron poblados de maquis. El objetivo de todos ellos era luchar contra Franco; unos tomaron la decisión nada más entrar las tropas nacionales; otros lo hicieron algo más tarde al huir por la ventana de su casa cuando venían a buscarlos para llevárselos al cuartel. Sus familias tenían la etiqueta de rojas y ello era motivo suficiente para sufrir una campaña de acoso y derribo. La vida de cada uno de aquellos hombres podría ser objeto de una apasionante novela. Dónde se escondían, qué comían, cómo planeaban sus ataques a la Guardia Civil, de qué manera se abastecían de armas, cómo trababan contacto con sus allegados… Eso era lo que yo esperaba encontrar en ‘Por qué estorba la memoria’, el libro que acaba de publicar Gerardo Iglesias. El ex secretario general del PC, heredero de Carrillo, con quien después se enemistó, repasa en su primera publicación la vida y muerte de un puñado de maquis asturianos. Pero, curiosamente, no se centra en ellos, sino más bien en sus familias, siempre numerosas, a las que los falangistas, los moros y los guardias civiles sometían hasta el aniquilamiento. O emigraban o morían en sus manos; de una paliza, de un tiro, en la cárcel; como fuera.

El relato de Gerardo Iglesias es una cronología de la venganza, de cómo Franco, lejos de ser generoso con el vencido, se dedica a aniquilarlo, a marginarlo y, por tanto, a profundizar en la división entre las dos españas, que ha llegado tristemente hasta nuestros días. Tantos palos tantos años dejan huella. Sin duda. No fue el Generalísimo ni una pizca de inteligente en este sentido, no tuvo piedad. Y creo que eso hemos acabado por pagarlo todos. Pero eso fue en la postguerra, porque en la guerra la barbarie se asienta en ambos bandos por igual, aunque de eso el autor no quiere saber nada. Incurre Iglesias en extremismos tales como plantear la Revolución de Octubre del 34 como algo razonable después de que el gobierno legítimo nombrara a tres ministros que ‘no gustaron’. La Asturias más radical se echó a la calle arrasando todo y eso para Iglesias (curioso apellido el suyo) era normal. En cambio, la represión posterior del Ejército fue anormal. Ni lo uno ni lo otro. También omite por completo crítica alguna a acciones bélicas excesivas por parte de los maquis, aunque se produjeran evidentemente en situaciones extremas. Con todo, sus relatos de los Caxigales, Naranjo, los Castiello o los Maricos resultan estremecedores y, tal parece, bastante bien documentados.

Junto a los maquis, Gerardo Iglesias desliza una dura crítica al PC en el exilio, a aquellos dirigentes afrancesados que marcaban consignas, con el mando a distancia, a los épicos guerrilleros. Con el tiempo, llegaron incluso a recelar de ellos, pues las alimañas, tan montunas, acabaron por volverse ariscas. Y en París quisieron meterlas en vereda e incluso montar una organización paralela que las dirigiera. En el centro de esa diana sitúa Iglesias a Santiago Carrillo, quien queda muy mal parado en el libro. Su retrato, más bien despiadado, llega a su culmen con la historia de un maqui asturiano que fue partisano en Francia, torturado por los nazis una vez apresado, enviado a un campo de concentración, donde logró sobrevivir y que acabó volviendo a Asturias con la consigna de organizar el frente. Para entonces ya estaba enfermo y pidió reducir su misión a cinco meses. Año y medio después, tras hacer oídos sordos a sus demandas de pasar a la ‘reserva’, fue apresado en Gijón y enviado a Madrid. A los diez días de su captura, cayeron varios maquis. No se habían mudado de garito en el monte, como era costumbre tras una detención, y los ametrallaron. Cuando este maqui regresó a París a dar cuenta de lo ocurrido no se volvió a saber de él. Insinúa Iglesias que Carrillo y sus boys lo eliminaron. Y eso parece una gran atrocidad.

Uno de los pocos maquis que sobrevivió sin emigrar a Francia pasó de ocultarse en el monte a ocultarse en su vida cotidiana. Renunció a su familia, cambió de identidad y malvivió esperando la muerte de Franco. Al cabo de muchos años, enterado de la muerte de un hijo, no pudo evitar presentarse en el cementerio. Allí estaba el que le quedaba. Se acercó a él y le dijo: “Tú debes de ser José”. Éste asintió. Entonces añadió: “Soy tu padre”. Cuánto sufrimiento gratuito. Como dijo Charlton Heston ante la estatua de la libertad, al finalizar ‘El Planeta de los Simios’, “Maldigo las guerras”. Y hoy día, en 2011, maldigo a quienes les domina aún el rencor, aunque tengan motivos sobrados para incubarlo. Con él no se puede hacer más viaje que el de la vuelta atrás.

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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