Misa de doce en El Molinón, nuestra catedral del sufrimiento. La parroquia sportinguista acude presta por las calles, bajo una legión de paraguas, a la consagración del nuevo párroco. Don Iñaqui Tejada, el hombre de la nariz afilada, cae simpático. Hasta ahora ha estado oculto, en segunda fila. Hoy le toca oficiar, dar la cara. Y hay gran expectación por testificar el resurgir del Sporting. Su alineación parece razonable, con la duda de Carmelo, que divide a la afición. Tiene calidad pero tanta intermitencia no le ha dado el ritmo necesario desde su primera campaña. Al final, será quien marque el gol.
La primera parte es esperanzadora. El Sporting elabora jugadas y llega hasta la meta de Osasuna. La victoria es justa, pero al final se verá que había que haberlo apuntillado mientras había fuerzas. El equipo hace un esfuerzo terrible, mientras Osasuna contiene. Esto supone que la segunda parte acabe por resultar un calvario. El desgaste físico bajo el aguacero es cada vez más notorio y el míster inicia los cambios. La lesión de Botía fuerza el primero y le deja sin una bala en la recámara que hubiera venido muy bien. Cuando cambia a Barral y De las Cuevas queda en el campo un Carmelo agotado. Hubiera venido bien relevarlo por Novo, pero no queda margen para más. Osasuna se creció en la segunda parte y el Sporting acabó sin gasolina para culminar la victoria. El empate deja a la afición fría, como el día. La gente se va presurosa para casa, bajo una lluvia desasosegante, con el penúltimo puesto de la tabla metido hasta el tuétano.
El equipo ha mejorado, pero no hay motivo para alegrías. Toca viajar a Valencia y recibir al Atlético de Simeone; ahí es nada. Dos derrotas pueden dejarnos hundidos. A ver si los levantinos se agotan el miércoles en el Camp Nou y vuelven contentos para casa con la final de la copa en el bolsillo. Eso facilitaría las cosas. El Sporting ha perdido muchos enteros en defensa. Las bandas tienen mucho menos fuelle que el año pasado, cuando se salieron Lora y José Ángel. Lora ha pegado un bajón este año y Canella no es José Ángel. Los centrales también han perdido seguridad. Y esta debilidad en la retaguardia repercute en todo el equipo. Con todo, la mejor versión del Sporting es mejor que la de otros cinco o seis equipos de la zona baja. Así que hay que apretar los dientes y remar. La orilla de la salvación está este año más lejos, pero ¿quién dijo miedo?