En el Día de la Mujer hay trigo y hay paja. En el trigo ponemos la igualdad en el trabajo, la lucha contra los crímenes que no cesan y la conciliación curro/casa (en la que estamos tb los paisas). Una conciliación por cierto que en España literalmente no existe, salvo para cuatro monos (y monas): funcionarios y bancarios. Eso es lo serio y lo importante. Y con eso no se bromea ni se juega. Hay que ir a por ello con todas las ‘armas’.
Pero el Día de la Mujer da también cobertura a la paja. ¿Y qué es la paja? Pues muchas tonterías: el lenguaje por ejemplo, sandeces tales como: compañeros y compañeras, miembros y miembras, jueza (entonces el juez será juezo o ¿soy yo periodisto?) y cosas por el estilo. Dicen que por la boca muere el pez y por la boca feminista, por el lenguaje, salen muchas distorsiones que restan crédito a lo serio. Empezando por la palabra feminismo: craso error. Donde dice feminismo deberían decir ‘igualitarismo’, pues feminismo es el lado opuesto de la balanza al machismo y por lo tanto igualmente condenable.
Yo además reivindico la diferencia. En ella reside el encanto de la relación entre humanos. Somos tan sumamente distintos que querer meternos a todos en un mismo saco es tan estúpido como aburrido. Me viene a la mente Alfredo Bryce Echenique en su ‘Vida exagerada de Martín Romaña’. El protagonista, que en realidad es él, pues la novela es autobiográfica, vive en una buhardilla en París en los años sesenta. Y da con una novia feminista recalcitrante que empieza a amargarle la vida. Un día decide afeitarse el bigote (él) y ella le abronca por no haber consultado antes una medida que, según argumenta, afecta a la pareja. En un momento dado, él tiene que defender que el bigote es suyo; mientras ella habla de “nuestro bigote” (esto no recuerdo si era explícito o mental, en la paranoia en la que había caído ya el desconsiderado señor Romaña).
¡Viva las mujeres! ¡Viva mi mujer! ¡Viva la madre que os parió! Pero no hagáis la ‘miembra’ por favor. Perdéis mucho glamour.