Un millonario francés se queda tetrapléjico en un accidente de parapente. Del cuello para abajo no mueve nada de nada. Digamos que pasa a ser una cabeza pensante. Es un hombre culto, con sentido del humor e inquietudes. Pero, evidentemente, necesita ayuda para todo. Entonces decide contratar un ayudante personal. Al proceso de selección se presenta un negro que acaba de salir de la cárcel. Y, contra el criterio general, decide darle una oportunidad. Enseguida se empiezan a dar situaciones curiosas. El negro no se corta un duro: usa un lenguaje descarnado, le llama vegetal a la cara, se ríe de sus aficiones e incluso le hace fumar algún petilla que otro. El millonario se lo pasa bomba.
Esta es la historia de ‘Intocable’, un hecho real, según cuentan al final de la película. En Filmaffinity le ponen un 8,1, la nota más alta de toda la cartelera, una décima por encima de ‘The artist’; ahí es nada. La magistral actuación del protagonista (Francois Cluzet), pese a no mover más que la cara, tiene su contrapunto en la simpatía que destila su ayudante (Omar Sy), quien llega como una bocanada de aire fresco a su vida. La historia resulta diferente y tremedamente interesante en diversos aspectos: la posibilidad de disfrutar de la vida desde una silla de ruedas, las aportaciones mutuas que se pueden hacer dos personas procedentes de mundos antagónicos, el placer de la trasgresión y, por qué no decirlo, las posibilidades que da ser millonario.
Una amiga de mi mujer siempre preguntaba en el cine, allá por la adolescencia: “Pero esto, ¿ye un hechu real o no ye un hechu real?”. Vieran una comedia romántica, una de vaqueros o una película del espacio, la cuestión “del hechu real” siempre acababa por salir a la palestra. Cierto es que cuando ves “un hechu real” presta más. Te anula esa crítica fácil a decir que a ver quién se traga determinado argumento. Y claro, la realidad al final siempre supera a la ficción. En esta película, su trasfondo de “hechu real” transmite ciertamente una corriente de optimismo para todos aquellos que estén sentados en una silla de ruedas, les animará sin duda a despertarse cada mañana con una inquietud nueva, siquiera a salir al Muro de San Lorenzo a respirar aire fresco, tener una conversación interesante o saborear un buen guiso. Si encuentran además un acompañante como Dris, la diversión estará garantizada.