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Adrián Ausín

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Mis simpatías por el Rey

Voy a nadar a contracorriente en este país tan aficionado a destripar al personal. No soy aficionado a la caza, más bien la aborrezco. Tampoco soy incondicional de ningún partido político ni institución. No soy por tanto monárquico ni mucho menos republicano (la República a España le fue fatal). Pero sí soy entusiasta juancarlista. El motivo es muy simple. Basta leer libros sobre la historia reciente de España, basta mirar lo que a este país le cuesta la Monarquía (menos que los partidos políticos, que los sindicatos, que las manirrotas autonomías) y lo que recibe de ella. En esa balanza está la respuesta pragmática de mi reflexión. ¿Felipista? Pues mire usted, veremos. Si se lo curra bien, sí. Y si no, pues no.

Hasta la fecha, de todas formas, tanto el padre como el hijo ejercen con regular horario de embajadores de esta nación, de anfitriones amables, educados, simpáticos y políglotas, tienen la agenda de líderes mundiales más completa que imaginarse pueda y cuando están fuera de España sus interlocutores se mueren de ganas de saludarles. Una palabra del Rey ante un líder saudí vale más que ocho años de Moratinos, un corte de cinta suyo en una feria o una cumbre empresarial da más caché al producto español que el de cualquier otro hipotético presidente de la República. Si a todo ello le añadimos su papel aglutinador de esta controvertida nación nuestra que se avergüenza aún de su bandera, pues creo que el papel de Juan Carlos ha sido vital en el arranque y la consolidación de la democracia.

Quien orille todo esto por una inoportuna cacería creo que cae en la ingratitud. Sin duda. El Rey de España es el mayor responsable de lo mejor de nuestra democracia y el menor, safari aparte, de la bancarrota actual. Si aceptamos además su modesta disculpa, necesaria por otro lado, creo oportuno, incluso obligado por la microparte que me toca, romper una lanza en su nombre, pedir respeto a su quehacer y, por qué no, hacer borrón y cuenta nueva sobre su viaje a Botswana. Siempre ha cazado el Rey. No está prohibido cazar. Lo hacen miles de españoles. Ocurre que se ha ido demasiado lejos en una coyuntura económica demasiado grave. Mal. Pero tras la crítica, razonable, oportuna, necesaria, vaya mi sincero reconocimiento a su figura y su labor.

(Una reflexión adicional a los legítimos republicanos: este sistema alternativo requiere una votación. Ahora mismo, por ejemplo, los socialistas tendrían de presidente de la República a José María Aznar y en otro momento, los populares tendrían a Felipe González. Media España no se sentiría representada, con lo que faltaría una institución aglutinadora de las 17 autonomías, el presupuesto de la casa republicana sería igual o superior al de la casa real y quizá ambos se fueran también de caza. Dirá un republicano legítimamente que reivindica su derecho a votar quién ocupa ese sillón y replico yo, al estilo Billy Wilder, que nada ni nadie es perfecto).

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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