Cuando llueve mucho siempre hay cosas que hacer. Miras por la ventana, ves una manta de agua yendo de acá para allá y te dices: manos a la obra. Tras leer EL COMERCIO en la tabletuqui y desayunar rico (pan con tomate, zumo, tres nueces y una cucharada de lecitina de soja), te vas de maruja al Alimerka a comprar al menos 30 euros, pues regalan seis si llegas hasta ahí. Empiezas por una merluza. Sácame los lomos fía, que tengo al mío padre a comer y gustai así. Voy a ponerle patatinas con setas, que hice anoche, y lomo de merluza con un par de pimientinos del piquillo de adorno. Si se porta bien, de postre, una pera. Todo ello regado con agua de fuente y vino (en vasos separados). Compras también jamón de York, yogures, queso, calabacines, ajos. Y no llevas pan porque estás literalmente hasta los güevos de que nunca tengan la barra gallega. ¿Me das una gallega? No, se acabó. De la abuela, ¿grande o pequeña? Nada, gracias. Hay que enseñar a la panadera que si tiene una barra de pan mil veces mejor que las demás, el negocio es tan sencillo como hacer muchas más. Pero no. Erre que erre. No pillas una gallega más que una de cada cuatro veces. Entonces decides las otras tres irte de vacío, porque siempre tienes repuesto en el congelador de las barras de leña del Mercadona, el otro supermercado de cabecera. A ver si así aprenden.
Una vez en casa, miras Facebú. Está la cosa entretenida. Enlazas un cartel de un afamado puticlub asturiano que tiene sobreimpresionado un anuncio gastronómico aparentemente para el mismo local: Jornadas de los Callos. Parece real. Real o irreal tiene gracia, así que te apropias de la foto de Pipe y la cuelgas tú también, además de entrar en diálogos cruzados sobre un precioso tema de música clásica colgado por el colega granaíno Alfonso Chacón y unas nuevas chanzas acerca del hit chigreru ‘Quiero tocarte el timbre’. ¿Les suena? Parte del público quiere otro hit ya, pero yo pido paciencia, en mi condición de manager general de los cuatro cantores gijoneses, y planteo, en un ejercicio de responsabilidad, que lo más conveniente en este trascendental momento es que el grupo se centre en rematar ‘Quiero tocarte el timbre‘, pues la hinchada quiere saber qué ocurre después de “abrirle la puerta a la tu vecina”. La expectación en la ciudad es tremenda. Entre música clásica y cancios de chigre, pones la mesa, salas los lomos de merluza, le das de nuevo al play para escuchar una vez más el fragmento de los cuentos de Hoffmam, de Offenbach, “interpretado por dos bombones, una rubia y otra morena que no solo te roban el corazón sino los oídos”, según palabras del poeta internauta Chacón, cuando, en ese momento mágico… ¡tocan el timbre de casa! Hola, padre. Enseguida comemos…