Anda la Selección Española de Fútbol por Gdansk, la mayor ciudad portuaria polaca. Yo no creo que vayamos a ganar esta Eurocopa 2012; más bien pienso en Alemania. Pero no quería hablar de fútbol, sino de escritores y de libros; así como de la curiosa cantera de grandes autores polacos que nacieron en un país, pero luego la Historia se lo cambió por otro. Hay tres casos muy singulares. A Günter Grass, el único vivo de los tres, todo el mundo lo toma por alemán. Sin embargo, nació en Gdansk, actual ciudad polaca. Ocurre que allá por 1927, Danzig, como se llamaba entonces, era Alemania. Allí concibió el Premio Nobel y Premio Príncipe de las Letras su maravilloso ‘Tambor de hojalata’ y de allí nos habla también en sus interesantes memorias, ‘Pelando la cebolla’, en las que revela su alistamiento en el ejército alemán en la fase final de la II Guerra Mundial, así como su estancia en un campamento de prisioneros donde se topó con otro joven soldado taciturno, llamado Joseph, que manifestaba ya una profunda vocación religiosa (sugiere Günter que aquel muchacho era Benedicto XVI, el actual Papa de Roma). Acabó la guerra. Alemania lo perdió todo. Y Danzig, que a lo largo de la historia ya había sido polaca y alemana, pasó a ser Polonia de nuevo. Esto no provocó que el escritor alemán pasar a decir que era un escritor polaco, pues el ADN resulta difícil de cambiar. Pero lo cierto es que oficialmente lo era. No sé qué pondrá hoy día su DNI, pero ciertamente el cambio habrá de haberle creado alguna que otra confusión, si no mental siquiera burocrática.
Aquella batalla por Gdansk, siete décadas después de la II Guerra Mundial, ha deparado a Polonia como ganador indiscutible contra toda una potencia como Alemania. Aunque, cuidado, la Historia puede dar aún muchas vueltas. Imagino a Günter Grass empadronado ya en otro sitio para evitar problemas, aunque el lugar de nacimiento marca. Y a día de hoy se puede afirmar que él nació en Polonia, aunque entonces fuera Alemania. Es un curioso ejemplo en el que los polacos se han llevado el gato al agua, en una ciudad con una larga historia que ha dado a su país grandes personajes. De Gdansk es Lech Valesa, en Gdansk nació el sindicato Solidaridad; de Gdansk son Schopenhauer, Klaus Kinski o Fahrenheit. Y en Gdansk están ahora los pupilos de Del Bosque intentando ‘hacer historia’.
Hay sin embargo otros dos ejemplos en los que Polonia salió derrotada. Kyszard Kapuscinski nació en Pinsk allá por 1932. Pero aquella ciudad polaca de frontera (que ya había sido rusa y lituana) pasó a ser rusa en 1939, fue invadida por Alemania durante la II Guerra Mundial y en 1991 se incorporó a Bielorrusia. Con esta ensalada de nacionalidades no parece extraño que Kapuscinski hiciera las maletas y se dedicara a recorrer mundo, desde África hasta la India. De sus viajes y sus etapas de corresponsal africano nos han quedado joyas literarias como ‘Ebano’, ‘El Sha’, ‘El emperador’, ‘Viajes con Heródoto’, ‘Imperio’ o ‘ La guerra del fútbol’; todos ellos absolutamente maravillosos. Recibió Kapuscinski el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003 y falleció en 2007 a los 74 años tras haber recorrido medio mundo y haber sido uno de los hombres que más frío y más calor han pasado en su vida, en sus periplos viajeros por la Unión Soviética y por África; además de destilar una escritura angelical al alcance de muy pocos. ¿De dónde era Kapuscinski? Polaco, diría él. Pero lo cierto es que Pinsk hoy día es Bielorrusia.
Nos queda Conrad. Joseph Conrad nació en Berdyczew, entonces Polonia, allá por 1857. Cuando murió, ya en Inglaterra, 66 años después, su tierra natal había pasado a formar parte de Ucrania. No fue fácil su vida. Se quedó huérfano a los 12 años, pasó a ser tutelado por sus tíos, embarcó a los 17 y cuando se asentó en territorio británico su literatura fue escrita ya en inglés. En aquellos viajes germinó ‘El corazón de las tinieblas’, el fascinante relato que se adentra en el río Congo e inspiraría un siglo después la ‘Apocalipsis Now’ de Francis Ford Coppola adaptada a la estúpida guerra del Vietnam. No imagino a Conrad concibiendo semejante traslación. Ni pensar tampoco que su DNI polaco iba a tornarse en ucraniano. Son tres ejemplos ilustres, los de Günter Grass, Kapuscinski y Conrad, de quien nació en una tierra que cambió de bandera con el discurrir de los años, una metamorfosis que ha de crear por fuerza una confusión mental y un sentimiento de intromisión o invasión. Las fronteras polacas, las de antes y las de ahora, saben bien de lo que estoy hablando. En sus sucesivas mutaciones quizá resida parte del genio de quienes apostaron el oficio de escritor.