En 2011 Laura Fernández Lorenzo, conocida en las redes sociales como Laura Shöller, celebró su 16 cumpleaños con tanto boato que EL COMERCIO le dedicó un pequeño reportaje titulado ‘En Gijón, como en Hollywood’. Los padres enfocaron la fiesta como ‘una puesta de largo’ al estilo americano, siguiendo las pautas de un programa de la MTV llamado ‘Superdulces 16’. No faltó de nada. Por la mañana, sesión de peluquería, maquillaje y puesta a punto de los vestidos a estrenar. Y por la tarde, paseo en limusina con sus amigas, fiesta sin alcohol en un local de Fomento, tarta de chocolate de tres pisos y actuación de Pignoise, su grupo favorito. Mañana, dos años después de aquello, Laura celebrará sus 18. Y lo hará de nuevo a toda pastilla con un concierto para 200 invitados en la sala Acapulco, adonde volverá a llegar en limusina. Amenizarán Pol 3.14, Vinila Von Bismarck, Motto in da House y Dj Ibiza Music. Antes habrá sesión de peluquería, manicura, maquillaje y puesta a punto del vestido, diseñado y elaborado por ella misma. “Soné con él y me puse manos a la obra”, declaró la joven hace unos días a EL COMERCIO. Los invitados tendrán que ir de blanco o de negro, con ‘un toque flúor’ para ir a juego con Laura. Una fuente de chocolate y un photocall completarán los atractivos de ese singular día, maquinado desde hace meses por la muchacha, que quiere ser diseñadora de modas, y por su madre.
Desde que EL COMERCIO dio a conocer la noticia del fiestón de Laura Shöller, con vídeo incluido, la joven ha sido objeto de un linchamiento sin parangón en las redes sociales, donde la llaman de pija parriba, se la ridiculiza e incluso vienen a decir que lo que necesita son dos bofetones bien dados. Yo me pregunto por qué. ¿Qué mal ha hecho esta nena? Si esto fuera Ibiza, el tema sería exclusivamente causa de alegría y diversión. Pero estamos en Gijón y lo que aflora es puramente tiña, rechazo, envidia, recelo o la mera gracieta facebukera. ¿Alguien se ha parado a pensar exactamente qué es lo que está criticando? Sería criticable, al igual que en el caso de cualquier otro adolescente, que sus padres la estuvieran maleducando, inculcándole malos valores, desatendiendo su formación. Pero si tienen perres y quieren darse un gustazo con su hija, ¿qué mal hacen a quién? De Laura Shöller sólo he visto dos cosas. Una: el vídeo que le grabó EL COMERCIO hace unos días a ella y a su madre explicando el fiestón, donde se expresó con bastante normalidad. Dos: una incursión en su blog, donde no he encontrado ni una sola falta de ortografía, un dato estratosférico en una adolescente. Los comentarios eran sencillos, de preparativos del fiestón, pero sin nada de tontería. Afirmo.
Linchamos a Laura Shöller por celebrar su cumpleaños como un millonario (imagino que la sala Acapulco, los grupos contratados, el alquiler del photocall, la peluquería, etc estarán contentos de tener gente así en Gijón). Y luego linchamos también al director del IES nº1 de Gijón por pedir por escrito a los padres toda una serie de salvaguardas, incluido el “contacto físico”, para llevar a un lote de adolescentes a esquiar a casa dios. Los padres dicen que eso es ambiguo, que cómo van a firmar eso, en estos tiempos en que si alguien pega a alguien es el alumno al profesor. Un servidor llevó hostias hasta en el carné de identidad en sus cinco años en el Codema, de lo que hay testimonio escrito en este blog (Cuando los profesores pegaban). Evidentemente, no apoyo aquella época delirante. Pero apoyo menos ésta, pues la autoridad sólo puede residir en el profesor y si en el dichoso viaje a la nieve un grupo de alumnos menores de edad fuman porros, toman alcohol, roban esquís, destrozan la habitación o se escapan del hotel, ¿qué debe hacer el profesor? ¿Un discurso filosófico y mirar a otro lado? Si un niño rompe, su padre debe firmar que va a pagar lo roto. Y si oculta algo robado o algo prohibido en su ropa, el profesor debe poder registrarlo. Aunque la solución más sencilla ante tanta estupidez y tanta hipocresía es renunciar. Si yo fuera el director del IES nº1 suspendía el viajecito a la nieve y le llamaba a Laura Shöller, que al menos es tremendamente educada, para que me invitara a su fiesta.