Hace un mes, dejaba constancia de mi sueño de ver un oso. Entre mis avances al respecto, además de viajar a Yosemite (USA) y peinar Asturias y León en sus zonas montañosas, sin éxito, me vanagloriaba de la cagada de oso que encontré en marzo de 2010 en la Montaña de Riaño. Mi mayor botín hasta la fecha. En estas lides tengo un gran rival y gran amigo, de Bilbao, que se pega conmigo por el avistamiento. Este colega, rebautizado como Cráneo por su elegante cabeza rapada, me manda la fotografía que acompaño: Otra cagada de oso como la mía. Se topó con ella el pasado fin de semana y estaba fresca como una lechuga. Al poco se encontró con un guarda y le enseñó las fotos: “Es de oso”, le aseguró. En este caso, dado el inicio de la primavera, a falta de hayucos y bellotas, al parecer comen hierba y de ahí la textura de las cacas. Ummm, deliciosa.
Estamos por tanto, Cráneo y yo, empate a uno en cagadas y empate a cero en osos. Hemos tenido otras muchas competiciones: en lotería navideña, en mollejas, en cervezas, en chistes, en marchas montañeras kilométricas, en ocurrencias, en pedos, en risas, en todo lo que se nos pone en la sesera. Nada se nos resiste. Somos competitivos cien por cien, aunque él la verdad tiene más capacidad que yo. Cuestión de tanque. Ahora queremos ver un oso. Voto a bríos que lo veremos. Mi madre tiene miedo que el encuentro acabe en tragedia y nos coma. Pero, ¿habría muerte mejor? ‘Fallecen periodista de EL COMERCIO y amigo vascuence pues devorados por un oso’. Me encanta el titular. Lo malo es que no podría escribir yo la exclusiva. Así que iremos juntos, le daremos miel e igualaremos la competición. Si antes del postre quiere comernos, deberá comernos a los dos; aunque el orden de la ingesta quizá provoque un conflicto diplomático astur-vascuense -tú primero, no tú,…- y el oso acabe por poner pies en polvorosa. Qué falta de respeto a mi reinado, mascullará en su huida. Discúlpanos, gentil esbardo.