6 de noviembre en el calendario. 18.1 grados a la sombra. Cielo azul. Bajas al Muro de corto y te topas con esa estampa que levanta el ánimo a un difunto. Hay bajamar. Frente a la Escalerona divisas un racimo de gorros de agua. Hay dos docenas de bañistas pese a que la mar está un poco brava, grisacea, revuelta. Paseas un poco con la convicción de hacer la machada. Te metes hasta el bañador con la cámara de fotos en mano para inmortalizar a la sabia peña que se zambulle con San Pedro al fondo. Una bonita imagen para este otoño de restallu. Vuelves a la Escalerona para amontonar tus bienes. Y te bañas. Las olas vienen fuertes. Te revuelves entre ellas. Está frío el Cantábrico, pero sabe a gloria bendita. Sales renacido un cuarto de hora después. Resucitado para el buen humor.

Los dos últimos baños, a finales de octubre, te habían pillado con el pie cambiado. En pantalón corto pero sin bañador. No contabas con ellos. Así que, al asomarte al Muro y ver el panorama, siempre mejor que tierra adentro, tomaste la decisión de no renunciar al chapuzón. Un día fue con calzones verde oscuro y otro granate. ¿Se dio cuenta alguien? Qué más dará. El baño en calzones tuvo un ítem adicional de trasgresión. Vamos, que te quistaste unos años. Hoy, en pleno noviembre, te los pusiste, pues el grueso de los bañistas son sesentones. A su edad no hay calendario que valga.

Si el baño de hoy y los dos en ropa interior fueron reparadores, el último ‘oficial’ de octubre tuvo sorpresa ‘made in Peñarrubia’. Desde el robo de la mochila, allá por septiembre, decidiste utilizar la administración de lotería familiar como vestuario. Solo que tu hermano no te avisó de que había incorporado un nuevo sistema de alarma que graba de forma permanente el local tanto en el área de clientes, como en el mostrador, ¡como en la trastienda! Así que ahí se cambió relajadamente este menda con la puerta entornada mientras una pantalla a la vista de los clientes les mostraba la operación en vivo y en directo. Al parecer, nadie se enteró. Pero el broder que atiende el negocio sí. De modo que tiró para atrás la grabación e introdujo en su móvil un pequeño vídeo con el que amenaza con chantajear a su hermano exhibicionista por los siglos de los siglos. Mientras siga este tiempo marbellí puede reclamar todos los millones que quiera. La verdadera fortuna está en la playa de San Lorenzo. Al alcance de todos.