¿Qué regalar a ese bebé recién adoptado por un matrimonio amigo? Esa es la cuestión. En un ejercicio de simulación un tanto fuera de lugar, los nuevos padres han reservado habitación en un hospital privado. Quieren que se efectúe allí la llegada del pequeño, un precioso togolés de apenas ocho meses. Ella quiere estar tumbada en la cama cuando le entreguen al menor, tal cual como si hubiera nacido ese día fruto de un parto. El marido acepta resignado por la insistencia. Ahí debes presentarte para dar la enhorabuena y la bienvenida por este deseado hijo que llega a Gijón tras arduos trámites burocráticos.
Tras muchas dudas sobre patucos, sillas plegables y otras lindezas, te decantas por un órdago a la grande con tu regalo para sentirte especial con tus colegas. Guasapo, tal es su nombre, siempre recordará que su primer teléfono móvil se lo regaló ese buen amigo de sus padres. Todos los niños de 12 años lo tienen y la tendencia baja hasta límites insospechados. Tu sobrina de 10 años acaba de estrenar móvil y se rumorea que algunos infantes de 8 años empiezan a recibir ese gran regalo de sus padres que les acompañará el resto de sus días. Así que te dices: si lo tienen a los 8 años, por qué no a los 8 meses. Un salto cualitativo que sin duda agradecerán tus amigos y los situará en la vanguardia de esta sociedad tecnotronic en la que vivimos. Sin embargo, poco te imaginas el curso que van a tomar los acontecimientos.
Cuando te aproximas a la habitación 202 hace escasos minutos que se produjo la entrega. El bebé llora amargamente. Algo no le gusta en la escenificación, algo no le cuadra pese a la esplendorosa sonrisa de su nueva madre en ese luminoso habitáculo repleto de globos, flores y juguetes. Ahí te presentas tú con tu inmaculado Iphone 5 empaquetado (has pagado una pasta gansa por el ‘formato biberón’ bicolor), que el bebé agarra al vuelo nada más entrar. Lo que ocurre a continuación marca un hito en la historia de la telefonía móvil, pues se produce en vivo y en directo la llamada más precoz de la historia:
-¡Bombo tongo!
-¿Bimbo?
-Gamba.
-Akuna Matata.
Atónitos, traducimos al castellano lo presenciado. El bebé ha telefoneado a Togo para denunciar que acaba de ser testigo excepcional de un falso parto por parte de una gijonesa que en realidad no estaba embarazada. Desde el Ministerio Togolés de Exteriores le preguntan si tiene comida. Él replica que hay incluso marisco del Cantábrico y desde su país de origen dan el visto bueno a la operación. Sin problemas, concluyen. Cuando se corta la conversación todos estamos perplejos. ¿Tendrá ocho meses o tendrá ocho años el churumbel? Tus dudas no tienen cobertura legal. Los papeles refieren ocho meses. Así que la conferencia Gijón-Togo pasa para los anales como la más precoz de la historia.
En plena campaña navideña de 2013, la difusión de la noticia dispara las ventas de móviles para infantes. Irrumpe con fuerza la plataforma ciudadana Ningún Niño Sin Móvil, que reclama tipificar como maltrato infantil la falta de este esencial instrumento en el crecimiento del infante. Para evitar cacheos que puedan dejar en evidencia a algún menor, con el consiguiente trauma vital, otra asociación paterna proderechos del niño da con la tecla: inventa una carcasa, tipo casco, con una prolongación lateral donde irá sujeto el móvil, ante la oreja, a la vista de todos. Con esta innovación en el mercado, muchos padres comienzan a plantearse prohibir a sus hijos jugar con otros niños, pues pueden recibir malas influencias. Mejor que estén entretenidos consigo mismos, sus chats en Twenty y sus programas de ordenador. Estarán más seguros y la Tierra será al fin un lugar sin espacio para la incomunicación.