(Italia 4)
Ocurre a menudo, cuando viajas en tren, en barco o en avión, que prestas sin querer atención a lo que se cuece en algún asiento de tu área de influencia. Cuando te das cuenta estás implicado hasta las cachas en una conversación ajena, en una discusión o en algún tipo de relación que despierta tu curiosidad. Hasta tal punto que llega a apetecerte intervenir, pedir una aclaración o sugerirle incluso la respuesta a uno de los protagonistas. Tras pasar el día en Bellagio, en el Lago di Como, toca volver en barco a Como, en un trayecto de 50 minutos sin grandes vistas al exterior, pues a las 5.35 de la tarde en diciembre es casi noche cerrada. Te sientas en los dos últimos asientos de la izquierda de un amplio camarote acristalado y presencias lo siguiente:
Justo delante toman asiento tres personas. De izquierda a derecha: una chica menuda de unos 18/20 años; una mujer corpulenta de unos 43 con el pelo largo, una pose templada y unos rasgos duros, algo así como una Norma Duval distorsionada pero un tanto atractiva; y un hombre de aspecto tremendamente afable, jovial, de unos 48 bien llevados, con los pómulos marcados, amplias entradas y pelo muy corto, vestido arreglao pero informal con plumífero, vaqueros y zapatos negros. En la tercera fila, justo delante de la chica, otro chico, de edad similar, sentado de lado con la mirada hacia atrás para participar de la conversación. Son españoles, en apariencia una familia formada por dos padres y dos hijos que está pasando en Italia el puente de diciembre. Pero no. Hay varias cosas que no cuadran.
El primer dato atípico es que los adultos se besuquean mucho y los jóvenes les miran con un cierto brillo de fascinación en la mirada cuando él o ella cuentan algo. No son los hijos. Un hijo, por mucho que admire a un padre en su fuero interno, no le mira así. Los besuqueos y los abrazos destapan también quizá una relación reciente. Desde luego no llevan veinte años casados y están de viaje con sus hijos. Cuando procesas los primeros ítems le susurras a la esposa como si tal cosa: Luego te cuento mi teoría. Ella te replica: Y yo la mía. Parecemos dos cotillas, pero resulta inevitable seguir poniendo la antena. Él se muestra activo. Enseña cosas en el móvil a los jóvenes. Ellos ríen. Se pone el pelo de ella en la frente para parecer un melenudo. Ellos ríen. Ella habla poco. Está sentada en el asiento como una gran dama. Tras un rato sin pronunciar palabra, gira la vista a la chica joven y mueve las manos mientras le explica algo. Te fijas en sus manos, que son bonitas, poco trabajadas para su edad.
Claramente, los adultos están haciendo de embajadores de los jóvenes. ¿Los tíos? Podría ser. Desde luego el ‘parentesco’ parece de él. Podría ser ese tío alegre y transgresor que, en plan enrollao, se ha llevado de puente a los sobrinos. Igual a ellos se les ha muerto el padre o la madre hace un mes y él ha querido sacarlos del ambiente familiar. Es una teoría posible, pero piensas que no encaja del todo. Una pregunta de la chica joven a Norma Duval cuando están saliendo del barco te decide a replantear los hechos. La chica le pregunta a Norma si donde viven hay supermercados cerca. Clin. Nueva teoría construida sobre la marcha: los chicos jóvenes son hermanos (sus ojos les delatan; novios desde luego no son). Ella es Erasmus en Milán. Él ha aprovechado el puente para ir a ver a la hermana. El padre de ambos les ha sugerido que llamen a su amigo Rafa que vive en el Lago di Como para que les dé una vuelta. Se han citado en la estación de tren, han ido directos a coger el barco a Bellagio y ahora, de vuelta, irán a dormir a casa de Rafa y de Norma, que viven a las afueras de Como, en una bonita casa con vistas al lago. Al día siguiente volverán a Milán y al otro el hermano de la chica joven volará a Madrid.
De la relación entre Rafa y Norma podría escribirse otro libro. Quizás Rafa sea separado, quizá haya dejado en Madrid mujer e hijo para iniciar una nueva vida propiciada por una oportunidad laboral. Parece inteligente, sereno y divertido. ¿Por qué se separó entonces? Habrá que ir a Madrid a investigar. Mientras tramitaba la separación, Rafa conoció a Norma, cuya vida acababa de estallar en mil pedazos: afectada por un ERE en su empresa, también separada, afectada aún por la reciente muerte de su padre; con toda la vida por rehacer. Cuando a Rafa lo trasladan a Milán decide cumplir un viejo sueño: vivir en Como cerca de la casa de George Clooney e ir trabajar a diario en tren, pues apenas tarda media hora. Invita a Norma a irse a vivir con él, empezar a dar clases de italiano e iniciar una nueva vida. Cuando reciben la visita de los hijos de su amigo Paco llevan siete meses de aventura en Italia en los que se comportan como dos novios de quince años. De ahí esos tiernos besuqueos a los que asisten con ese brillo en la mirada sus jóvenes invitados. De ahí su semblante alegre. De ahí el espionaje al que son sometidos desde el asiento de atrás.
En el hotel, mientras relatas a la esposa todos los entresijos de la vida de estos cuatro compañeros de viaje, caes en la cuenta de que has perdido las gafas de sol en el barco. Cuando saliste tras ellos, nada más atracar en Como, se cayeron al suelo. Al día siguiente, en la taquilla, no saben nada del tema. Intuyes que no volverás tampoco a saber nada en tu vida de Rafa, Norma ni los dos hermanos. El misterio quedará sin resolver. Pero a buen seguro volverás a caer en la trampa de otra conversación ajena que desmadejar. Basta con tomar asiento en un avión, un tren o un barco; y escuchar.