Estos yankis son un poco lentos. Tanta tecnología, tanto torpedo, tanto misil ultrasónico y tardan casi diez años en dar con Bin, ese barbudo que hizo tambalear el mundo en 2001 y les amenazaba después con el dedito. Tanta provocación y necesitan diez años para dar con él. Nos cuentan que le han matado, pero no nos enseñan el cadáver. ¿Debemos creerles? Supongo que no osarán mentir en tamaña cuestión. Habrán optado por la novela por entregas: hoy digo que lo maté, mañana difundo una foto, pasado mañana paso un vídeo del ataque…
No cabe duda de que Bin Laden era un fanático. No voy a defenderle yo. Pero tampoco cabe duda de que EE UU cargó de argumentos durante años a quienes consideraron que metía las narices en casa ajena con móviles muy poco altruistas. O sea, movido por el petróleo y el mangoneo. Tanto fue el cántaro a la fuente que al final germinó el odio antiyanqui y apareció Al Qaeda. El mundo árabe acabó hasta los mismísimos del gran hermano americano y le dio donde más le dolía: en Nueva York y en el mismísimo Pentágono; y luego, por extensión, en Madrid y Londres. ¿Son fanáticos? ¿Están locos? Por supuesto, son fanáticos. Pero les han provocado hasta lo indecible y si invades la casa de alguien sin motivo (Irak) no tienes la menor autoridad moral para criticar que los invadidos invadan la tuya, como puedan, con la fuerza que tengan, con sus armas. Así que atacar el integrismo es entrar en arenas movedizas y obviar los orígenes. Nadie fue a Túnez, nadie fue a Egipto. Ahora bien, Libia es otro cantar. Allí fuimos a todo gas. ¿Y por qué? Puro negocio, hermanos.
Ahora tenemos a Obama, que cae bien a todo el mundo (me incluyo). Sin embargo, en dos años ha demostrado que no es él quien manda. Esto es bueno y es malo a la vez. Si mandara de verdad un presidente, si tuviera plenos poderes, en ocho años Bush hubiera hundido el país. Pero USA resistió su reinado. Aquí, en terruño nacional, tenemos un ejemplo demasiado cercano. Siete años de Zapatero y resistimos aún la bancarrota, aunque le queda uno para redondear el caos. Obama no pudo cerrar Guantánamo pese a todas sus promesas. ZP, tras desairar la bandera yanqui, acabó yendo a misa con Obama y presentándole a sus hijas (esto último, quizá fuera una venganza encubierta o un mal de ojo). La hipocresía americana en el mundo es tan patente que festejar por las calles la presunta muerte de Bin Laden parece una triste venganza. Si quieren construir una nueva paz mundial que empiecen por disculparse en terreno hostil y dejen a cada uno vivir en paz en su casa.