(Dos paraísos en abril: Granada y Cádiz, 6)
Cuando llegas a Zahora, un espacio disperso entre Conil y Caños de Meca, el día está nublado. Pero la temperatura puede andar por 18 grados. Decides ir caminando del hotel a la playa a dar un voltio por la orilla hasta el faro de Trafalgar. Piensas que sin sol este plácido rincón gaditano estará plácidamente solitario. Pero es Viernes Santo. De modo que a las siete de la tarde te recibe un bullicioso chiringuito de playa donde acaba de empezar un concierto de salsa en directo. Con la sorpresa en el cuerpo, das igualmente el paseo. Se está de maravilla. El buen humor anima a la esposa, gran aficionada a las clases marchosas de gimnasio, a proponerte unos ejercicios tipo tai-
chi a los pies del faro. ¿Por qué no? De repente, te sorprendes a ti mismo estirándote hacia arriba, luego tumbándote en la arena, haciendo sucesivamente el cocodrilo, el perro y la cobra. Bien. Estirado el cuerpo, toca concierto. En la pista, al aire libre, a cielo abierto, con la playa enfrente, hay mucha predisposición a la juerga tranquila. Corren los mojitos y el cubano que canta transmite ritmos tan pegadizos que se forma toda una coreografía entre el público. La peña baila por filas siguiendo los pasos de otros dos implicados que marcan el ritmo en primera fila. Tú te esquinas, pues no tienes ni zorra, pero te mueves a tus anchas en una ‘expresión natural’ que tratas de teorizar ante la esposa al ser incapaz de repetir esos pasos tan iguales y tan seguidos palante y patrás. Ella te da por imposible. Pero los dos lo pasamos bomba entre mojito y mojito con los que, por añadidura, se va poniendo el sol en lo que bien podría ser un anuncio playero de colonia o una prueba de un reality de la televisión. Pero, qué hostias, está todo el mundo de vacaciones y la salsa va como anillo al dedo. Incluso en sesión de tarde.
El sábado santo tocará doblete. Tras un arroz ‘señorito’ en la playa del Palmar, o sea sin cáscaras, la pareja gijonesa de Mira Quién Baila volverá a Trafalgar, pues hay nuevo concierto de salsa y como está nublado no parece mal plan volver a mover el esqueleto en versión de tarde. Así que de siete a diez sigues otra vez al cubano. Y si la negra dice qué / que tumbe, menea la bola y otros hits. Esta vez no te pilla el tren como la víspera totalmente desprevenido. De repente, se formó uno como en las bodas y tú, sin duda el peor bailongo de pista, eras la locomotora. La solución de urgencia fue ir rápido en dirección al ‘vagón’ de cola y reconvertir la fila en una marcha circular como la del ibertrén que te liberase de tanto protagonismo. De la salsa, sin premeditarlo, pasarás al flamenco en este atípico sábado santo.
La culpa del cambio de palo es de Pablo Entrialgo, otro abonado a Cai con quien intercambias datos de restaurantes, playas y cosas que facer. Te ha contado con entusiasmo el atún encebollado que se comió en un bar que pertenecía a una asociación vecinal llamado Santo Domingo de la Calzada, en el Palmar. Ahí vas después de la salsa. Pero están cerrando. Te mandan a otro en la misma calle con un extraño nombre: ’99 colonos’. Un hangar, con barra, futbolín, ocho mesas, escenario y televisor de plasma para ver el fútbol. Cuando estás en pleno picoteo irrumpen una joven de unos 30 años rebosante de obesidad y un gitanillo que se ponen a acondicionar el
escenario. Luego aparece un guitarrita y, cuando todo está listo, un cantaor en toda su expresión: grande, obeso, cojo, con una larga melena, americana blanca y fular.. No lo hacen nada mal. Son incluso buenos. Él, tipo Manzanita. Ella, a los teclados, se desgañita también, enloquecida, con dos temas muy pegadizos. Lástima de megafonía. Suena a demonios. Una pena que no la supriman pues el tamaño del local permitiría tocar a pelo. Pero cualquiera se queja. Cuando terminan preguntas al camarero. “Son de Barbate. Muy buenos”. En el hotel pones cantaor y Barbate en la tablet y descubres a Ramón Heredia y La Niña. Ves varios vídeos (Por las calles de Tarifa,
Soniquete, Mi corazón será para ti). Están francamente bien. No das crédito a su actuación en una asociación de vecinos. Pero has salido beneficiado de la sorpresa. Todo empezó por el atún encebollado de Pablo Entrialgo y acabó, felizmente, con ese cante y ese baile que se te resistieron en Granada. Ole, ole y ole. ¿Pero qué tiene qué tiene qué tiene? Si no tienes compás, chiquilla, ¿pa qué te metes? Pero qué tiene qué tiene. Pero qué tiene qué tiene qué tiene. Eso tiene el Soniquete. (No dejéis de ver los tres enlaces).