Bajas a las llanuras del Piles buscando desconexión. Hay mucha electricidad en el ambiente político, social, sindical… Huele todo a podrido. Así que tomas esa calle que evoca San Francisco, con sus toboganes urbanos, para dejarte caer en la gran pradera del parque fluvial. Como el sol te pega en la cara, la percepción de este gran paisaje verde llega distorsionada. Parece más ancho, en versión ojo de pez, con destellos entre los arbustos que, vaya usted a saber, quizás oculten un león, una hiena o una jirafa. Cuando llegas a la orilla del Piles, éste ha crecido de forma tremenda. Quizás se haya abierto una gran grieta en la tierra, en pleno epicentro del cauce y sus mansas aguas lo hayan cubierto todo. Lo cierto es que parece el río Mara. Pisas suave para no despertar a ninguna fiera. En las llanuras del Gong de Gijong no hay presencia humana a primera vista. Solo corta el aire el suave sonido del río. Sin embargo, de repente, en un remanso distingues nítidamente a Robert Redford lavándole el pelo a Merryl Streep. Te frotas los ojos, pero son ellos. Sin lugar a dudas. Desde que rodaron ‘Memorias de África’, esa película que las madres nunca se cansan de ver, hicieron buenas migas y viajan en secreto a parajes recónditos. El Piles es uno de ellos. Pasas a unos metros y arqueas las cejas a modo de saludo cómplice. Continúa con el champú, Robert, que no os pienso molestar. Él levanta la vista y te devuelve una sonrisa mientras Merryl, la incomparable Merryl, permanece con los ojos cerrados mirando al cielo, con la frente manchada de espuma.
Sigues tu camino. De repente, estás rodeado de copos de nieve que lo cubren todo de blanco. El Piles ha vuelto a menguar su tamaño. Distingues, junto a la orilla, a un tipo tumbado, solitario, herido. La sangre tiñe de rojo el blanco paisaje que le rodea. Un indio crow huye corriendo del lugar hacia una zona boscosa. Según te aproximas, descubres que bajo ese sombrero vaquero y bajo esa pelliza tostada habita, de nuevo, Robert Redford. Mira al cielo, mientras se palpa la pierna doliente con ambas manos. Un testigo mudo de la refriega emite un leve sonido a través de sus fosas nasales. Es su caballo. Jeremiah Johnson, de tanto cabalgar durante tantas estaciones, ha acabado por aterrizar en las llanuras del Piles. En esta versión de su vida tan fascinante no tiene sitio Merryl, a quien te encontrarás en los rápidos del río un par de kilómetros adelante. Del invierno de Utah, donde Robert rodó ‘Las aventuras de Jeremiah Johnson’ pasas como por arte de magia al verano de Montana y Oregón, donde su compañera africana se convirtió en ‘Río salvaje’ en una heroína de los rápidos del Upper Rouge, el Kootenai y el Flathead, para salvar a su familia, secuestrada por dos peligrosos delincuentes. No dejas de extrañar tanto cambio. ¿Habrán reñido Robert y Merryl para perderse él por las heladas Montañas Rocosas mientras ella se va con otro marido a correr la gran aventura a bordo de una lancha neumática?
Buscas una opinión en el gremio. Este día de resoles tiene muchas versiones originales. De repente has vuelto a África. El Piles se transmuta en Ulanga; ahí es nada. Subido a un árbol divisas una maltrecha barca con dos ocupantes. Ostras, ¡Bogart y Hepburn! Parece que van en una cafetera. Pero se lo están pasando de miedo. Saltan cascadas, resuelven averías, cocinan y acaban por enrollarse. Inevitable. Lo que no suceda en el Piles… Pero cuando están a punto de desembocar en el Lago Victoria encallan entre los juncos. No hallan salida alguna. Se duermen exhaustos tras tirar de la cafetera en direcciones equivocadas y tú, magnánimo, les mandas un corto diluvio que pone en marcha sola a su nave. Al despertar están frente al Tostaderu, asomándose peligrosamente a esa bahía gijonesa redecorada en versión lacustre. Una patrullera alemana domina esta extensa superficie azul en pleno corazón asturafricano. Y ellos dos serán capaces de echarla a pique.
Pero antes de que ‘La reina de África’ llegue a su fin te permites interrumpirlos un instante. Oye chicos, perdonar un momento: ¿Algún consejo para Robert Redford y Merryl Streep? Parece que han reñido. Quieres reescribir el final de ‘Memorias de África’. ¡Ya está bien de morirse el chico en sus películas! Humphrey se rasca la barbilla, echa un trago y carraspea. A Katharine le viene una idea. Te la susurran al oído. ¡Hecho! Citas a tu pareja protagonista en el aeródromo de La Morgal, montan en una avioneta y, tras sobrevolar rebaños de frisonas, ovejas xaldas, gochos asturceltas, asturcones y pitas pintas (qué se habrán creído los masais, ¡aquí también hay una fauna que flipas!) hacen un aterrizaje en Los Lagos para tomar una de fabes, sidra
asgalla y arroz con leche. Robert monta la tienda a los pies de la Ercina y esa noche arde la pasión. Cuando vuelvas a bajar al Piles, una semana después, allí estarán nuestros chicos, él pescando truchas, ella preparando el manteluco a cuadros, haciéndose arrumacos mientras la cámara se aleja cielo arriba hasta encontrarse con esas dos palabras mágicas que te indican que hemos conseguido un final feliz entre ambos. The End.