En el Muro, donde a uno se abre la mente, iniciamos un debate varios amigos sobre internet. Mi planteamiento fue sencillo: deberían poner en marcha un concurso sobre ‘qué no hay en internet’. Igual se te queda la mente en blanco. A renglón seguido tuve una pequeña ocurrencia: quizás no haya nada sobre la cagada del tiburón, o sea, sobre sus deposiciones marinas, su caca. La idea dio de sí y hubo quien vaticinó mi error. Seguro que hay algo. Llego a casa, abro Google y pongo: cagada y tiburón. ¿Y qué me encuentro? Pues la primera reseña (http://www.vayagif.com/gif/50033) es nada menos que un vídeo sobre un tiburón en plena faena. Hasta ahí hemos llegado. Aparece una jaula sumergida con unos mirones dentro, se acerca el tiburón y, no sé si a modo de burla, menea la cola y al momento expulsa una masa blanca y acuosa, como una nube tóxica, que lo inunda todo. Debía de andar un poco flojillo ese día.
Tras el tiburón, emerge al momento un banco de peces que acude presto a hincar el diente sobre el preciado manjar del escualo. En la naturaleza, ya se sabe, nada sobra, nada se tira. Muere un bicho y se lo come otro. Caga un bicho y, a los datos me remito, también hay otro que encuentra nutrientes en sus sobras. Nada se crea ni se destruye, simplemente se transforma; me recordó mi padre cuando le conté la anécdota. O sea que imaginemos que el tiburón se comió a un playu, el playu se convirtió al cabo de las horas en caca de tiburón y cuando fue expulsado al océano en su nueva versión volvió a ser comido por segunda vez por minúsculos peces. Si uno siguiera el periplo vital de estos últimos quizá, un poco más tarde, expulsarían una vez más al playu, que podría ser degustado luego por una quisquilla y así sucesivamente hasta acabar, mil veces sintetizado, reconvertido en bígaro. Nuestras vidas, bien lo saben los tiburones, pueden acabar siendo una gran cagada.