Toda la pulpa sobrante del primer salmorejo de la temporada tiene un destino claro: alimentar el kibi macho en el que has depositado todas tus esperanzas de una fecundación exitosa. Tu parra es la gran zángana del prau. Primero había cuatro árboles hembras, lo cual abocaba a todas las flores a acabar marchitándose en el suelo. Cuando te percataste del error heredado al comprar el prau la solución era aparentemente sencilla: comprar un árbol macho. Sin embargo, el primero y el segundo secaron sin mayor explicación. Ahora estás con el tercero, que en 2014 dio media docena de flores, pero bien por falta de abejas o de viento o por ser un escaso no se produjo fecundación aérea. Este año no quieres fallar. Los kiwis se dan allá por noviembre, cuando recoges las últimas manzanas, así que sería muy interesante tener esta sabrosa fruta para rematar el año.
Lo primero que haces para que la cosa funcione es dar buen alimento a toda la parra. Un veterano del Alto del Infanzón te contó que necesitan mucha materia orgánica. Así que revuelves bien la tierra y les tiras cada poco todo aquello que vas generando en casa; ayer, sin ir más lejos, un buen contingente de restos de tomate y pellejos de naranjas (bien troceados), patatas y otras mondas lirondas. Apartas un poco la tierra, tiras los detritos y cubres. Con eso quieres garantizar que el macho de este peculiar harén crezca rápido y vigoroso. También das de comer a las hembras, para que tengan todos el estómago igual de lleno. Una vez que están bien alimentados, hay otro capítulo importante: la poda, que no se debe realizar más allá de enero. De una mala poda a una buena, los expertos, puede haber una diferencia de producción de uno a diez. Entonces entras en Youtube, pones las dos palabras clave (poda y kiwi) y te sale como primera referencia un de diez minutos de un galleguiño llamado Alberto Riveiro que no tiene desperdicio.
Arranca el vídeo con una música clásica animosa mostrando su finca en Candeo (Monteareas). Es un serial tipo nuestro programa ‘guapu guapu’ de antes del telediario de la TPA. Riveiro nos empieza a hablar del kibe (sic) y del país que lo puso en el mercado, Nueva Zelandia (sic), así como de la bondad del suelo ácido gallego para su desarrollo. De la clase magistral de este entrañable gallego que no para de decir una y otra vez la palabra kibe, y de recordar sus orígenes de Nueva Zelandia, no puedes sacar nada en claro. El motivo es sencillo. Explica la poda a partir de los rabinos que han dejado como huella los kibes dados el año anterior, que se irán podando de fuera adentro dejando otras ramas nuevas para que pasen a ser las que den kibes. Pero, ¿qué hacer si nunca tuviste un kibe todavía? Eso no lo explica nuestro entrañable Riveiro. Casi casi, te quedas como estabas: ¡Sin kibes!
No encuentras más vídeos que te den luz. Unos son en portugués, otros poco claros… Al final, el más clarividente es nuestro hombre-kibe gallego. De modo que decides repetir el truco de aquel año único en que llegaste a tener unos sesenta kibes. Pediste unas flores macho a un allegado e hiciste la fecundación a mano, de flor en flor, disfrazado de abeja maya. Esta vez, por si tu joven macho no crece lo suficiente, te dispones a erigirte de nuevo el agente polinizador. Pero aquellos sesenta kibes de entonces eran poco más que una nuez. Y ahí (crees) entra en juego la terapia alimenticia que ya estás aplicando. Si no comes kibe en 2015, quizá la solución sea emprender un ambicioso a China o Nueva Zelanda para ir al origen del problema.