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Adrián Ausín

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La barriga del rinoceronte

En el valle de los animales sobresale la presencia del rinoceronte, con sus lomos plateados. Parece construido a piezas de contrachapado en un taller medieval. Está quieto, con su poderoso cuerno apuntando al cielo. Quizá esté haciendo yoga. Yoga animal, claro está. En el valle de los animales hay peligrosas especies: leones, leopardos, búfalos, hipopótamos, hienas… Y ese rinoceronte plateado que no se mueve. Si lo montase un caballero equipado con armadura y poderosa lanza no desentonaría nada. Pero tú distas mucho de ser ese caballero. Estás en pantalón corto y camiseta, atontado por un viaje a ninguna parte que te ha llevado de vuelta, sin entender muy bien cómo ni por qué, a ese valle de los animales donde iniciaste tu recorrido vegetal en un pretérito indefinido. Entonces te fuiste camuflando, como en sueños, para pasar inadvertido entre tanta fiera. Y sobreviviste, hasta llegar a un misterioso pueblo donde retumbaban tanto el silencio como el tañir del campanario. Quizá estuvieran todos muertos, alcanzaste a pensar después. En el valle de los animales vuelves a tener una prueba vital que, pese a la dormidera, te conmina a tomar una decisión rápida y acertada. No eliges las rocas del promontorio, ni los árboles del perímetro de la pradera, ni tampoco la hierba alta. Vas directo al rinoceronte plateado. Es una corazonada. Él te debe salvar. En él reside la protección de todo lo demás; fuera de él sólo hallarás depredación y muerte. Dentro estarás sobre seguro. Es así como antes de que cada fiera trace su hoja de ruta para atacarte (el hombre siempre ha inspirado respeto) estás ya bajo la gran panza del rinoceronte, cobijado entre sus cuatro patas. Pero oteas ese cielo abombado, gris plata, que te cubre y descubres una hendidura junto a la pata trasera derecha. Metes la mano en una zona oscura, te ases y tomas fuerza hacia arriba justo cuando tres leonas realizan una maniobra de aproximación. Una vez dentro cierras una trampilla y respiras.

Quizá vuelvas a sobrevivir una vez más en el valle de los animales. Dentro del rinoceronte hay una gran cavidad hueca. La tripa está forrada de una pared interior de tacto amable. El espacio es amplio. Pese a no haber órganos a la vista, puedes escuchar en tu mente la respiración del rinoceronte, sentir que estás en el epicentro de un ser vivo, como Pinocho en la ballena, solo que aquí en vez de mar el aroma es el propio de la hierba amarillenta requemada por un sol inclemente. Avanzas por tu nueva casa hasta alzarte un poco al fondo de la habitación, que en realidad es su vanguardia. Entonces te das cuenta de que puedes contemplar el exterior a través de los ojos de tu porteador. El rinoceronte no ha dado muestras de incomodidad por la llegada del intruso, tal parece su sino ejercer de anfitrión en esta selva indeterminada. Quizá incluso aguarde órdenes para tomar una u otra dirección. Pero, ¿qué decirle? ¿a dónde ir? ¿qué rumbo tomar? ¿cómo transmitírselo? Las enigmáticas preguntas provocan ardor cerebral. Dudas. Quizá lo mejor sea dormir antes de tomar una determinación. Mañana será otro día.

A las cuatro estalla el rugido de un león. Suena próximo. El ambiente está excitado en plena noche. Hay grandes manadas de antílopes en desbandada. El suelo retumba. Quedarse quieto parece una opción razonable pero el sino animal es el de sumarse a la estampida generalizada. Así parece ser, pues tu envoltorio de plata cobra vida e inicia un trote pesado.  El rinoceronte medieval se dirige hacia el río, donde aguardan los cocodrilos. Entra de lleno al agua y queda totalmente sumergido. El contrachapado del animal tiene fugas,  infinitos hilos empiezan a inundar su camarote interior y el parásito que lo habita debe tomar una decisión. Entonces se abre la boca y por la garganta del bicho entra, aun vivo, un pequeño cocodrilo a tu habitáculo. Va directo a ti. Con su dentadura de sierra abierta. Del valle de los animales has pasado a un caudaloso río, en cuyo lecho se están desarrollando episodios de difícil clasificación. Sales del rinoceronte para evitar la mordedura del cocodrilo mientras éste se impulsa a la superficie. No por el hueco de la pata trasera, sino por otra trampilla por la que emerges justo entre sus dos orejas. Te agarras al cuerno y tomas la sensación de ser un náufrago asido a un palo en mitad del océano. El cuerno va abriendo el paso como la quilla de un barco. “¡Avanza!”, le gritas desesperado. “¡Avanza!“. A tu espalda hay una legión de cocodrilos acechantes, mientras que río abajo quizá puedas orillarte y recuperar tierra firme. “¡Avanza!“.

El último episodio en el rinoceronte resulta aún más difícil de asimilar. Recién salido a una gran pradera amarilla, lo que parecía un territorio de seguridad introduce un anacrónico elemento con el que habrás de lidiar. Doce caballeros armados con gruesas y largas lanzas emprenden un trote desde el fondo del valle con una clara determinación: exterminar a tu héroe. Galopan ellos; galopa él. El choque es tremendo. Salen por el aire tres caballeros medievales destrozados por el impacto, mientras otros han logrado su objetivo de clavarle sus fundidos de hierro en varias partes de la cabeza. Sigue al trote unos pasos y se desloma repentinamente. Tu casa pasa a ser el hogar de la muerte, un ánfora de carne plateada donde habita un pequeño cocodrilo vivo. Estás en el mirador de las orejas y, con el desplome, optas por saltar. La intemperie, en su desnudez más absoluta, vuelve a ser la patria de tus sueños.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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