Gerolimenas | Campo y playu - Blogs elcomercio.es >

Blogs

Adrián Ausín

Campo y playu

Gerolimenas

(Tragicomedia griega 7)

Un puñado de casas, una lengua de mar en plena quietud y una pared de roca recta e inmensa adentrándose en el agua por tu derecha. Llegas a Gerolimenas tras recrearte desde la ventanilla del autobús en los agrestes paisajes del Peloponeso, en las terrosas montañas y en una sucesión de torres aisladas en mitad de la nada, algunas en ruinas y otras restauradas, al parecer, por la ‘invasión’ de albañiles albaneses que llegaron a este rincón de Grecia años ha. Gerolimenas registra una pequeña oleada de turismo italiano en agosto; media entrada en julio y paz celestial el resto del año. Bueno, una paz celestial relativa pues, según cuentan en el pueblo, a veces tira un viento terrorífico. No te lo imaginas: finaliza junio, hay unos 28 grados, cielo azulísimo y mar transparente. El pueblo son literalmente treinta casas. Pero qué bien aburrirte un poquitín.

El hotel se presta a confusión. Akroyiali consta de un edificio más viejo y otro adjunto de piedra restaurado espectacular llamado oficialmente Gerolimenas. Ambos se gestionan desde el restaurante del primero, situado en su planta baja, mirando al mar. Vas al nuevo. Te dan primero una habitación que mira para atrás. No es fea la vista del monte, pero hacia adelante tienes un mar que apetece bebérselo, así que imploras el cambio y te lo conceden. Al final alargarás las dos noches pagadas a tres restando una al siguiente destino, el único que no llevas cerrado. Solo mirar por la ventana de la habitación es suficiente actividad para sentirte en el paraíso. Pero hay que dinamizarse un poco.

La primera comida en la terraza del hotel sella un pacto de fidelidad: desayunarás, comerás y cenarás en la misma terraza, exactamente en la misma mesa, durante tres días atendido siempre por Mitvan, un joven albanés de 28 años que se convierte en tu mejor aliado. Cada día, Mitvan se detiene en lo más fresco de la carta. Y tú te dejas llevar. El resultado es una auténtica bacanal gastronómica. Día 1: ensalada de naranja, fritos de tomate con calabacín y queso, pulpo braseado. Día 2: ensalada de tomate, pimientos asados y pez recién pescado. Día 3: okras, fritos de calabacín y sardinas con tomate. Todas las comidas rematadas con un gran plato de sandía cortesía de la casa y regadas con agua y un vasín de vino suave. Las cenas son más ligeras.

Entre plato y plato, Mitvan te habla de Albania. Dice que en Tirana hay ahora un buen alcalde. Cuenta también su vida. A los 16 años se fue para Atenas a buscarse la vida. A los 28 está encantado en el Akroyiali, aunque el invierno, apunta, es más bien duro. De cuando en vez, alquila un coche y se planta en Albania en siete horas para ver a su familia. Acaba de tener un nuevo sobrino, que te enseña en su móvil. Mitvan es pillo, rápido de reflejos y muy servicial. Si bajas a la playa, te ofrece al momento unas hamacas y la sombrilla del hotel. Si sales a pasear hasta un pueblo cercano, se desvive en explicaciones. Quiere que estés a gusto. Y vaya si lo consigue.

Entre las comidas y la playa los días se suceden. A media tarde, cada jornada te pones a caminar por las carreteras desiertas: hasta un pueblín situado a las faldas de una montaña, hasta un molino, hasta una cima desde donde divisas varios pueblos de este recóndito rincón del Peloponeso. La terraza del Akroyiali es tu balneario, desde el cual haces pequeñas escapadas aquí y allá. En ella hay siempre un parroquiano leyendo el periódico y un par de mesas ocupadas por turistas. Miras al mar; quieto, transparente, cobijado por un inmenso farrallón de roca; sin pensar en otra cosa; contemplas cómo llega una barca, cómo marcha otra; el pescado que sacan de una; a un extraño joven con sotana, presunto cura, soltando amarras… Abandonas el pueblo por un camino paralelo al mar hasta llegar a una rampa que se mete en el mar, buceas como un niño pequeño buscando un tesoro de la Antigüedad debajo del agua, hasta que sacas la cabeza para darte cuenta que el tesoro está fuera: Gerolimenas. Los tres días pasan volando. Cuando te despides de Mitvan la última noche, te trae a la habitación un opíparo desayuno, pues cuando te levantes el restaurante aún no estará abierto. Le das una propinilla que agradece. Así, la mañana de la partida, cuando desayunas yogur griego con miel, zumo de naranja y delicioso pan de pita con un sabroso queso avinagrado; mirando desde la ventana de la habitación el mar de Gerolimenas, pensarás con gratitud en el joven albanés mientras sientes abandonar este pequeño paraíso perdido.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


agosto 2013
MTWTFSS
   1234
567891011
12131415161718
19202122232425
262728293031