«Una mañana, cuando me asomé a la puerta de casa, vi algo que jamás olvidaré. Subidos al cerezo del jardín, había dos oseznos jugando. De repente, se quedaron mirando para mí, totalmente cortados, sin saber qué hacer. Debían de estar paralizados por el miedo. Desandé mis pasos con todo el cuidado del mundo y entré para no molestarlos. Cuando volví a mirar ya no había nadie». Esta experiencia mágica la vivió en sus carnes una vecina de Degaña hace varios años y se la contó a un gijonés que merodeó su pueblo buscando el rastro del oso en unos días en los que había avistamientos desde la propia carretera entre Fondos de Vega y Larón. Pese a que en este paraje están «cansados» de ver al oso, el gijonés se volvió de vacío aquel día, aunque se trajo aquella bonita historia ‘de recuerdo’.
Ahora, en Prioro, acaba de producirse una experiencia parecida. Un vecino de este pueblo leonés que se desvía de la carretera Boca de Huérgano-Guardo ha visto un osezno a la puerta de casa. La estampa fue portada de EL COMERCIO el martes. Al afortunado solo le dio tiempo a hacer una fotografía con su teléfono móvil de una cabeza de oso sobresaliendo entre la nieve de la escalera. Cuando volvió a mirar, el esbardo ya corría monte arriba. El mismo gijonés de Degaña estuvo en Prioro hace un par de años. Allí hizo una caminata hasta el corral de los lobos, una espectacular trampa para cazarlos en medio del monte, sin recordar que por esos pagos podría toparse también con un oso, “con el oso” como se dice en el valle de Riaño, no sabes muy bien si en razón de que hay uno solo o de esa forma de hablar rural en la que se simplifica la especie en singular mayestático.
Hace quince días, cuando fuiste a probar las raquetas de nieve te advirtieron de que se había visto “al oso” en los montes de Boca de Huérgano. El paisaje nevado facilita el avistamiento. Tú pensabas que en pleno invierno, se recluían en una confortable cueva en las alturas, pero al parecer no es así. Con toda la montaña blanca, los bichos las están pasando canutas. Son blanco fácil para el hombre, tienen problemas para encontrar comida, se agotan en la nieve y muchos pierden la vida en el desesperado intento de conservarla. EL COMERCIO publica hoy un vídeo ilustrativo sin desperdicio. Reúne secuencias tomadas en su mayor parte entre León y Palencia. Y muestra la brutalidad humana en las zonas rurales con los animales: un todoterreno agotando a un lobo al que persigue por la carretera o un venado al que dan muerte dos perros al adentrarse en un pueblo sin que nadie intervenga. También hay otras imágenes idílicas de ciervos y jabalíes en plena naturaleza.
La nieve lo redimensiona todo. Aplica un mecanismo de selección natural para que sobrevivan solo los más fuertes. El hombre es testigo de todo ello (a veces también sufridor). Quizá no deba intervenir, para que las leyes naturales sigan su curso. O sea, que no debería alimentar a un ciervo moribundo, pero tampoco perseguir con el coche a un lobo o un jabalí por la carretera. El gijonés que lleva toda su vida buscando al oso, en singular mayestático, volverá a Riaño en unos días para ver si se lo encuentra en el monte con su característico andar cansino avanzando entre los árboles, a una distancia prudencial que permita contemplarlo en sus esencias sin molestarlo demasiado. Entonces podrá brindar con nieve virgen con el afortunados vecinos de Prioro y Larón. Si el oso no acude a tu casa, quizá no te quede otra que merodear la suya.