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Adrián Ausín

Campo y playu

55 puntazos… (Y Julio Llamazares)

Qué puntazo el Sporting. Un partido duro, feo, trabado, sin ningún glamour y con un gol en propia nos sube a los altares del ascenso. Qué tres puntazos. En estos campos, por no decir patatales, es donde se siembran los ascensos. Contra rivales rocosos, en luchas de gladiadores donde parece ciencia-ficción hilvanar tres pases seguidos. Da igual. Lo importante es el zurrón, la pesca en tierra hostil, la suma en la clasificación y el ascenso a los altares del primer puesto quizá por unas horas o por una semana entera, en función de lo que hagan Las Palmas y Betis esta mañana. En este Sporting hay todo un rosario de milagros encadenados: estar ahí sin fichajes, tener tres defensas pletóricos que no han llegado a las cinco tarjetas amarillas en 29 partidos, reinar en la Segunda con más pedigrí de Primera de la historia sin veteranos en sus filas, ser inmune a lesiones importantes y a gestores chirriantes, salir a ganar con determinación casi todos los partidos (salvo en Gerona, donde hubo conformismo), hacer del gol una alternancia solidaria, ser noble y combinativo en el campo, practicar buen fútbol cuando le dejan, ser un ejemplo de unión…. Así se podrían llenar varios folios exclamativos para dar cobertura argumental al éxito de la temporada 2014/2015.

La fotografía que llena la portada de EL COMERCIO dominical da un subidón total: una plantilla entera retratando su júbilo en el vestuario tras el sudado 0-1. Rugiente, creciente, exultante. Del fútbol práctico, prosaico, pasando las páginas del periódico, llegas al verso de Julio Llamazares. El escritor leonés, que ha tomado con los años un aire de Donald Sutherland, con su barba y su melena blancas, cautivó ayer a una gran audiencia en el Nuevo Teatro de La Felguera. Allí habló de sus obsesiones literarias, de ese ADN que nos persigue a cada cual y que se refleja en cuanto hacemos. En ese caso, Vegamián, el pueblo donde nació y vivió hasta los dos años. Vegamián duerme bajo las aguas del pantano del Porma. Y, claro, tener las raíces sumergidas de por vida es algo difícil de sobrellevar. Él lo lleva impreso en su mirada acuosa y en su literatura, que ha abordado el tema de diferentes maneras, siempre poéticas, la última en ‘Distintas formas de mirar el agua’. Habló por supuesto Llamazares de esos «mares de lodo, de casas en ruinas fantasmagóricas», de su gusto por «paladear» un buen libro y, también, de «la confusión absoluta en que vivimos». Has disfrutado mucho leyendo a Llamazares: ‘Luna de lobos’, ‘La lluvia amarilla’, ‘Retrato de bañista’, ‘Nadie escucha’, ‘El entierro apócrifo de Genarín’, ‘Escenas de cine mudo’, ‘En mitad de ninguna parte’, ‘La lentitud de los bueyes’…  Hay buena literatura en este hombre culto, un trato exquisito del verbo y un universo rural en que te sientes como pez en el agua. ¡El agua! Fuente de vida y de muerte que puede regalarte la vista en todas sus manifestaciones (en la mar, en el monte, en la nieve) o convertirse en elemento aniquilador de tu pasado. Así de contradictorio es el Universo donde pacemos.

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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