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Adrián Ausín

Campo y playu

Crustáceos Park

Gijón muta su aspecto generación tras generación en ocasiones con peculiares, e irónicos, hilos conductores entre pasado y presente. En el Parque Infantil, en los años 70, los niños jugaban a los columpios y al fútbol con aquellas pelotas de plástico compradas por tres pesetas en el quiosco de la esquina, mientras las pescaderas gritaban desde la acera del Mercado del Sur aquello de «¡parrochesss! ¡sardinesss!». El tiempo trajo consigo la supresión de aquellas populares vendedoras de ‘menudo’ con sus carros y sus cajas de madera y hielo por razones de control sanitario de los alimentos y, también, una mastodóntica obra que transformó aquel histórico y bullicioso parque en lo que hoy conocemos como plaza de Europa, una anodina zona de tránsito con un toque japonés donde hay más yonquis que niños. Algo parecido a lo realizado en Begoña con pésimo gusto, como es norma de la casa en la villa de Jovellanos, donde, sin duda, tenemos más habilidad para destruir que para construir (antigua pescadería, estación de tren, cines históricos, cafetón, ería del Piles…).

Esta semana, acaso en un guiño a las pescaderas de antaño, se descubrió una legión de cangrejos americanos campando a sus anchas en el estanque de la plaza de Europa. No eran parroches ni sardines, como las que ellas vendían. Pero sí crustáceos de agua dulce, llevados por no se sabe quién, que vinieron a recordar los ecos de aquellos cánticos de reclamo de las vendedoras. Los operarios de Emulsa procedieron inmediatamente a retirar esta especie invasora que había empezado a cargarse las carpas y ranas del estanque, asimismo de origen desconocido. Una medida correcta para poner coto al amenazante cangrejo. También cabría, sin embargo, una vez hecho el hallazgo, institucionalizar su presencia y permitir que alguna antigua vendedora en paro se instalase de nuevo en el parque para cantarle a los viandantes «¡cangrejos! ¡ranines! ¡venga que lo tengo fresco! ¡a seis euros la docena!». Un nuevo yacimiento de empleo que podría dinamizar esta zona marchita de la ciudad.
Una idea similar tuvo aquel consejero de Areces con aires british, Santiago Menéndez de Luarca, cuando reguló la posibilidad de aprovechar la obra del superpuerto para permitir la explotación del percebe en la parte sumergida del dique. La prensa gijonesa se ensañó con el consejero e incluso le concedió el ‘premio pinocho a la mentira mejor contada’. Él solo había hecho una propuesta singular desde su imaginario madrileño, pues nuestro hombre ejercía en Asturias pero vivía la capital de reino. De ahí que visualizara unos hermosos racimos de percebes adornando aquella mole de hormigón que iba cobrando forma. Aquella idea no prosperó, pero le sirvió a Menéndez de Luarca para ganarse un pinocho de madera sin pasar por ninguna tómbola. Cualquiera tiempo futuro, a veces, puede ser mejor. Solo falta echarle imaginación.

(Publicado en EL COMERCIO el 17 de junio de 2016)

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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