Cuando un entrenador ficha por un equipo de Primera División es de suponer que tiene todo el derecho del mundo a aplicar sus métodos y ser la máxima autoridad en el día a día de la plantilla. Dicho esto, parece normal por tanto que Rubi quiera elegir banquillo en El Molinón y parece normal también que no quiera curas en el vestuario. Es más, no deja de resultar sorprendente que hasta ahora los hubiera. ¿Qué pinta un cura rezando con los jugadores antes de empezar un partido? ¿Quieren eso los jugadores? ¿O es algo que unos y otros se encontraron cuando llegaron al club y nadie se atrevió a cambiar? Bien por Joan Francesc. Ha cambiado lo que hacía tiempo debía haberse hecho y no le ha temblado el pulso para ello. Por muy majo que sea Fernando Fueyo, que lo es, no pinta nada en el vestuario del Sporting. Los curas ya tienen unos majestuosos edificios llamados iglesias donde son soberanos para contar sus milongas a los feligreses (pedazo de milongas). Pero de ahí a tenerlos metidos hasta en el vestuario de un campo de fútbol media un gran abismo. Rubi cortó esa cuerda y tiene todo el reconocimiento de este juntaletras por haber tenido braulios para hacerlo. ¡Bien!
Sin embargo, no todo pueden ser flores para el nuevo entrenador, pues hemos consumido tres jornadas de cambio sin notar grandes cambios. Un poco más de orden y prietas las filas en Sevilla y Bilbao. Y la más imprevisible hecatombe ante los suplentes del Alavés. El partido lo perdió el entrenador desde la pizarra al prescindir alegremente del pivote defensivo. Había apostado por Xavi Torres frente a Sergio Álvarez (en manifiesta baja forma este año) y la opción era razonable siquiera como ‘toque de atención’ a nuestro comprometido canterano. Pero llega el tercer partido y cuando la duda debería haber sido si alinear a uno o a los dos a la vez para dar músculo al centro del campo y proteger más la defensa, máxime con Meré mermado por su reciente lesión, coge y prescinde de los dos. ¡Incomprensible! Alinea a tres flanes en el centro del campo (Afif, Vesga y Cases), que a buen seguro no iban a robar un balón en todo el partido y el sindiós se vio desde el minuto uno. Y lo más gordo de todo es que, consumado el error, no lo rectifica siquiera en el descanso. ¡Mal Rubi! ¡Rematadamente mal!
Con el error capital en el partido más importante del año a cuestas, poco margen queda. Pues en Leganés improvisaremos un nuevo once, el enésimo, y en caso de tocar la flauta habría que remar como auténticos titanes para lograr el tercer milagro consecutivo tras el ascenso y la permanencia. Ocurra lo que ocurra el domingo, estamos presuntamente descendidos. La ensalada de la plantilla (16 fichajes, 7 de ellos cedidos, 8 nacionalidades) aboca al descenso. Nadie juega peor. Nadie hace mayor ridículo domingo tras domingo. Ningún equipo está sin hacer a estas alturas de la película. Y lo gordo es que si piensas en tu once de gala crees que podríamos ser bastante mejores. Pero ese once no lo pone nadie, pues Castro ha estado hasta ahora castigado, Ndi ni digamos y Rachid lo han echado para traer otro parecido pero que no es nuestro ni roba balones, así se lo rodamos al Athletic. Te atreves a dar tu once: Cuéllar / Lillo, Meré, Juan, Isma / Sergio, Rachid / Carmona, Traoré, Ndi / Castro. Como hemos largado a Rachid, que crea y también corta, dejas ese puesto abierto a la lucha entre Cases, Vesga y Xavi Torres.
Quizá Rubi se aproxime algo a este once en Butarque. Quizá Guerrero nos mande a Segunda (una ironía que podría dedicar perfectamente a Abelardo). Quizá resurjamos de nuestras cenizas para impedirnos relajarnos, al fin, a los aficionados en el opio de un descenso adelantado. Somos expertos en contracorrientes. Si ganamos, habrá que volver una vez más a la batalla, a aplaudir, a empujar, aunque resulte agotador. Si perdemos, debemos planificar desde ya la próxima temporada en Segunda. Elegir ya entrenador y director deportivo, no alinear más a los cedidos y rodar a los nuestros, renovar a Castro y Ndi y que cuando llegue el verano haya ya una planificación meticulosa de todo, devolviendo al equipo toda la asturianía posible. Esos son los dos caminos: seguir luchando hasta la extenuación o planificar el descenso. La respuesta, el domingo.
Pd.-Reprocha un twitero con toda la razón del mundo que olvidé mentar a Fernández. Una vez más lo diré: Fernández padre, hijo y espíritu santo son el cáncer del Sporting. Su único interés es la pasta. Y nosotros sacando el recibu cada año. Habría que hacer algo al respecto. NO SACARLO!