Autor: Rafa González
El autor del artículo con 'El Tato', tras una cacería.
Era ‘El Tato’ un perro muy conocido, pues no en vano fue campeón de España en pruebas de rastro en varias ocasiones así como en las competiciones de la modalidad más importantes de la especialidad.
Nacido en mayo de 2000, hijo del ‘Moruco’ y la ‘Tana’, una perra de Puente Nansa. Propiedad de Marcelo Gutiérrez, más tarde de Carlos Abascal y después de Adrián González. Era un perro que destacó por su extraordinaria capacidad olfativa y por su dureza. Aun esta temporada, con 12 años, demostró unas facultades asombrosas, lo que le hacía rendir a un nivel muy alto en cada cacería.
Era perro ‘El Tato’ complicado para cazar a traílla. Un perro muy demandador y era necesario conocerle en profundidad para saber realmente cuando nos servían los rastros que cantaba con alegría.
Era ‘El Tato’ un perro limpio totalmente y como suele ocurrir con los descendientes del ‘Pistolas’, muy dominante. Su virtud principal era, sin duda, su extraordinario poder olfativo, capaz de coger un rastro difícil a las 5 de la tarde en esas cacerías de septiembre, donde la humedad no existe, y acabar resolviendo cada uno de los problemas que esas demandas plantean hasta acabar llegando a los jabalíes.
Como es obvio con la edad que tenía, era un perro que sabía todo lo que tenía que saber el buen perro de jabalí y era capaz de parar a estos el tiempo que hiciese falta sin cometer ningún error por exceso de valentía.
Se pueden contar y cantar muchos lances de este perro. Quizás los más llamativos los que realiza cuando los rastros se complican y otros perros no pueden solucionar el problema. ‘El Tato’, a esos rastros problemáticos, siempre les daba una solución. Marcaba la diferencia en rastros difíciles donde además abunda la otra caza, era un perro jabalinero de verdad.
Era un buen reproductor. Como suele ocurrir con la raza de perros descendientes del ‘Pistolas’, la genética desemboca en buenos perros jabalineros a poco que se les trabaje. Muchos descendientes de ‘El Tato’ rayan a un extraordinario nivel y algunos de ellos apuntan muy alto.
El pasado mes de octubre ‘El Tato’ perdía la vida en la carretera al ser atropellado por un coche cuando cruzaba la carretera en la persecución de tres jabalíes.
Fue su último servicio, dando en esa su última cacería un recital extraordinario de lo que debe de ser un buen perro jabalinero. Levantador, perseguidor y saber entregar la caza.