Autor: Guillermo Fernández Buergo
El llanisco Aníbal Romano, jefe de la cuadrilla número 7 de Socoa, acompañado de perros que tienen en común el pelo duro. :: G. F. B.
Como en todo, entre los perros de caza existente tendencias, modas y cambios. Ahora causan furor los encastes grifón azul, sabueso italiano, gascón saintongeois y astur-cántabro. Sin la colaboración de una extraordinaria traílla de perros de rastro la caza del jabalí sería otra cosa muy diferente. Las cuadrillas que carecen de una buena jauría de sabuesos tienen todas las papeletas para regresar del monte sin ver ni tocar pelo. La historia viene de muy antiguo porque el primer perro domesticado por el hombre fue un lobo y tal circunstancia se produjo hace 12.000 años, al mismo tiempo en todos los lugares de la tierra. Por interés mutuo, se trata de la amistad más antigua y duradera que haya sido posible registrar a lo largo de la historia. En la miseria y en la opulencia siempre se ha visto al hombre acompañado por un perro.
Los actuales cazadores de la comarca oriental se acompañan cada día de canes con mejores vientos porque, entre otras razones, la caza ha pasado a ser muy abundante, casi una plaga. El jabalí ha colonizado los montes y cada día resulta más frecuente detectar su presencia en las inmediaciones de alguna playa. Los perros salen todas las semanas varias veces a cazar y muerden más piezas en un mes que antes en una década. Están mejor alimentados que nunca, se cuida mucho más la pureza de cada raza y sus dueños no escatiman en tratamientos veterinarios, aunque sean costosos.
Hasta mediados del siglo XX se cazaba con cualquier cosa. El can de rastro clásico encajaba en parámetros pertenecientes a las razas sabueso español y grifón, en sentido amplio. Con ellos se realizaban preocupantes cruces que, aunque no afectaban de forma muy grave a las facultades olfativas, sí contribuían a desestabilizar ambos linajes. De hecho, el antiguo sabueso español desapareció y ahora se recuperó la raza con la definición de un estándar bastante diferente.
Olegario Fernández con una collera de astur-cántabros. :: G. F. B.
Hace 20 años comenzaron a llegar dos razas que están ofreciendo muy buen resultado venatorio: el grifón azul de Gascuña y el sabueso italiano. El grifón azul de Gascuña tiene fijado el estándar desde 1920 pero no saltó a la fama hasta 1991, cuando una jauría de los hermanos Gaychet ganaba la Copa de Francia de perros de rastro trabajando en el desalojo de liebres y jabalíes. Sus propietarios en la comarca aseguran que se trata de ejemplares con «gran voz, resistentes, tenaces, trabajadores, sociables y, sobre todo, muy serios porque los jóvenes cazan igual que los adultos». El sabueso italiano llegó a la comarca de la mano del ribadedense Pepe Piney y como buen conocedor de la raza suele comentar que se trata de «canes muy completos, con buena nariz y excelentes patas para seguir todo el día. Es un perro que no sabe hacer otra cosa que cazar». En aspectos de belleza, del sabueso italiano sobresale la cabeza: noble y con ojos grandes, de color ocre, que le confiere expresión atenta, vigilante y de gran dulzura.
Y en fechas más recientes está causando furor la aparición de unos perros a los que se conoce con el nombre de grifón astur-cántabro. No están estandarizados y proceden de cruces entre grifones y sabuesos de muy diferente pelaje. Su resultado es extraordinario pero es un can al que le falta homogeneidad. De momento, la denominación es un cajón de sastre en donde tienen cabida ejemplares de diferentes tamaños, aplomos, colores, orejas y cabeza.
Y el último de la fila, la más reciente aparición, llega de Francia: el gascón saintongeois.