El llanisco Jesús Pesquera Gómez, vecino de la pequeña localidad de Cuetu Meré, es un cazador de solera, un predador de primer nivel, para quien ya no resulta una sorpresa abatir cada año jabalíes que pueden recibir el calificativo de titánicos navajeros. Y ahora, hasta le da por presumir y va explicando a quien le quiera escuchar que «yo, a los pequeños ya no les tiro».
Es hombre de gatillo certero, pulso inalterable y propietario de un rifle Regminton 30-06 con el que causa estragos cada temporada. Y es un cazador fiel, solidario, de sólidos principios venatorios, hasta el punto de llevar más de 20 años militando en la misma cuadrilla, la que gestiona Pedro Amieva.
En su domicilio, tiene disecadas las cabezas de cuatro macarenos con bocas espectaculares y afilados colmillos que causan pavor. Eran cuatro suidos voluminosos que sobre la báscula detuvieron el fiel de la balanza en la raya que marcaba 142, 116, 110 y 90 kilos.
Jesús viaja con frecuencia a Madrid, «donde vive mi media naranja», y allí entró en contacto y entabló amistad con el propietario del restaurante Casa Parrondo, «un asturiano de tupido bigote y muy aficionado a la caza, aunque ya no la practica porque tiene que atender el negocio». Allí, entre culetes de sidra y cocidos madrileños, Pesquera y Parrondo tenían a la caza como principal tema de conversación. Se hicieron tan afines que el llanisco obsequió al restaurador madrileño con la mejor cabeza de su colección.