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Las escopetas que carga el diablo

Una media de 44 cazadores fallecen cada año en España por disparo o accidente.

La cuadrilla del riosellano Leandro Rodríguez, tras conocerse su muerte en febrero de 2009. :: N. A.

La cuadrilla del riosellano Leandro Rodríguez, tras conocerse su muerte en febrero de 2009. :: N. A.

El pasado miércoles 20 de noviembre, el pongueto Secundino Rodríguez García, de 61 años, fallecía al caer por un precipicio de 15 metros cuando practicaba la caza mayor en el lote de Vallemoru. Explicado de forma fría, pasaba a engrosar la estadística de 20 españoles que fallecen cada año como consecuencia de un accidente de caza. En la comarca hay más datos recientes de cazadores muertos por accidente mientras practicaban la actividad cinegética. El 14 de febrero de 2009, el riosellano Leandro Rodríguez Alonso, de 74 años, fallecía en el lote de Llovio tras sufrir una caída en una cacería desde 20 metros de altura. Y el 20 de diciembre de 2001, el llanisco Benito Tárano Fernández, de 25 años, perdía la vida al caer por una canal de 100 metros en el paraje cabraliego de Vallisondi. Casi siempre que un cazador se precipita al vacío se desconocen los motivos de la caída.

Compañeros de Laudelino de la Cera y Jaime Mesa acompañados de agentes de la Guardia Civil, el pasado 27 de octubre. :: LIDIA ÁLVAREZ

Compañeros de Laudelino de la Cera y Jaime Mesa acompañados de agentes de la Guardia Civil, el pasado 27 de octubre. :: LIDIA ÁLVAREZ

Además, la muerte de un cazador se convierte en noticia en todos los medios de comunicación nacionales. Como sucedió el último fin de semana del pasado mes de octubre con el fallecimiento por disparo de cuatro cazadores en poco más de 24 horas. En Tineo, el domingo 27, a las 15.40 horas, Jaime Mesa, de 73 años, disparó de forma accidental contra su compañero de batida Laudelino de la Cera, de 74 años, y, al comprobar que lo había matado, se suicidó. El día anterior, a las 13 horas, un joven de Castellón, de 35 años, moría por disparos de un compañero en una cacería de jabalí. Y, a la misma hora, un joven de Lugo, de 17 años, fallecía por el rebote de una bala que se alojó directamente en su corazón mientras participaba en una batida de caza mayor.

En España hay un millón de cazadores y 12.000 residen en Asturias. A cazar se acude por deporte, aventura y por el placer que significa estar en contacto con la naturaleza. La caza se practica con amigos y la muerte de un compañero en la montería genera daños emocionales, a veces irreparables, para aquellos que forman parte del colectivo.

Como detalla el periodista cinegético José Luis Garrido, cada año se producen en España cerca de 2.600 siniestros en la actividad cinegética y 44 de ellos acaban con resultado mortal. A la vista de ello, la primera recomendación sería la de contratar un excelente seguro con el que estén cubiertas las causas más importantes y costosas de un posible accidente. No merece la pena escatimar en gastos.

Al dar como buena la cifra de 44 españoles que fallecen cazando cada año, 24 por disparos de escopeta y 20 por accidente, las estadísticas señalan que casi la mitad de las muertes durante la caza se producen por causas distintas al disparo. Y entre los que mueren víctimas de un disparo se sabe que los fallecidos por detonaciones de la propia escopeta superan un 30% a los que mueren por disparos ajenos. Y lo curioso es que los muertos por acción de su propia arma nunca pudieron haber fallecido en el momento de disparar. Resulta importante significar que las principales recomendaciones para el uso de las armas de caza pasan por tener el seguro echado ha

sta el momento del disparo y por llevarlas descargadas hasta la ubicación en la postura asignada.

Y es bueno saber que son tres las principales causas que caracterizan a un accidente de caza por disparo: Incumplimiento de las leyes, imprudencia y disparo precipitado, sin tener definida la pieza.

Ahora bien, la teoría es sólo probabilidad y las recomendaciones no son más que sugerencias. Conceptos que ya no sirven de nada cuando el accidente de caza le toca de cerca a un cazador, cuando mata por equivocación, imprudencia o error a un compañero de montería. Y la desgracia insuperable para el autor del fatídico disparo se convierte en infortunio colectivo porque las cuadrillas de cazadores están formadas por grupos de conocidos, amigos y familiares, en la mayoría de las ocasiones. La caza debería comenzar siempre con la suelta de la jauría y finalizar con la contemplación de las piezas abatidas. Y para que eso ocurra sería bueno recordarle a los cazadores una sentencia de valor universal en la actividad cinegética: «Las prisas por disparar convierten al cazador en egoísta».

Nadie debería olvidar que lo largo de una campaña cinegética, los cazadores españoles disparan tres millones de balas, letales hasta un kilómetro de distancia si impactan en órganos vitales, y 150 millones de cartuchos, cuyos perdigones pueden causar daños hasta un recorrido de 100 metros. Casi nada.

Caza en Asturias es un Blog de El Comercio

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