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Miguel Mingotes

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Al campo con: Amalia María González

Sábado, 12 de julio de 1794. Jovellanos. Diarios: «Por la tarde al Instituto a la lección de dibujo. A paseo por el molino de la Arena. [?] El día pardo y bueno».
En ese molino, luego Molinón, ahora Molino Viejo, quedo a las cuatro con María, la de La Orquídea: ¡Vamos al fútbol!
María tiene una tienda de flores (Casimiro Velasco, 18). En El Molinón, cuando yo era pequeñu, había margarites (“Bellis perennis”, ¿perennis?) en les esquines y en el Sporting jugaba uno que se llamaba Florín; ¡Florín!…
Entramos. No hay ascensor. Sin ascensor, ¿cómo vamos a subir? Por les escaleres (antes había gente que subía por les paredes), María se encuentra con Eloy, que la saluda:
-¡Hola, reina!
-¡Hola! Es Eloy -me dice-. ¡Ye más ricu!…
Al asomar por el vomitorio (del latín “vomitorium”, de “vomeo”, vomitar), recuerdo lo que me dijo mi padre ante el práu del Evaristo Valle: «Vaya un campu pa jugar al balón». 105 x 70 metros, 7.350 metros cuadrados, casi seis días de bueyes.
Nos sentamos. Gente, megafonía, gritos, cánticos constantes. Tribus. A María le encantan los ultras (!): «Probinos. Animen y animen».
Salen los jugadores y los árbitros. Los jugadores, de blanco, los del Jaén; rojiblancos, los del Sporting. Los árbitros, de azul y negro.
-Oye, ¿no te gustaría que arbitrasen les mujeres?
-¡Claro!
-A mí también.
Empieza el partido. Sol, fútbol, la inteligencia individual aplicada al equipo, la asociación, la repartición del juego, la trigonometría? Mientras pienso en Cruyff, María canta «¡Aúpa Real Sporting!».
-María, ¿tú das patades en la vida?
-Sí, claro que les doy, alguna que otra. Les doy y les recibo.
-¿Y cómo vas de cabeza?
-Pues como el Sporting: unes veces mejor, otres peor.
Sobre las cinco y veinte, el portero del Jaén mete un gol en su puerta:
-Me da una pena? Imagino ser la madre del chaval.
No le gustan las botas de algunos futbolistas: «Eses naranja? fosforito. Son más guapes les de ellos, más discretes».
A las ocho y poco empata el Jaén: «¡Meca!» Pitos. Poco después, el árbitro anula un gol del Sporting por fuera de juego:
-María, ¿tú sabes cuándo ye “orsai”?»
-Yo no.
-Yo tampoco.
Entre sustos y poco fútbol, pasan los minutos.
-¿Firmes el empate?
-Sí. ¡No, no! No te había entendido. Qué va, ya verás, ganamos.
Quedan cuatro minutos. Tres. Uno. Se acabó. Más pitos. Desilusión. Como diríen en Eurovisión: «Sporting of Gijón, one point».
-¿Qué, contenta con el puntín?
-Sí, ho. Qué remediu.
María, que también encajó un gol en propia puerta -la pérdida de un hijo, su “Capi”- sale silbando el himno.
Volviendo a Jovellanos y a la vida de cada uno, «en Gijón a la oración».

 

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