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Miguel Mingotes

Coses míes

Al campo con José Ramón García: Un minuto de silencio

«El Sporting, alegríes, poques»

Hoy, la mareona está en la playa, su lugar en el mundo.

Según la escala de Douglas, que clasifica el estado de la mar por la altura de las olas, en San Lorenzo -4,6 m.-, mar gruesa; en Peñas -9,3-, mar arbolada, como en el Club y en el Muro, plantados de tamariscos.

José Ramón García López, esté como esté la mar, dirige desde hace mucho el Museo Marítimo (calle Gijón, 6, 33440, Luanco, Asturias), en donde hay de todo menos oles. Cuando el museo (985 88 01 01) necesita perres -siempre- manda un mensaje en una botella (museomaritimodeasturias.com), lanza una bengala luminosa (decano de los museos asturianos) o emite un Salvadnos O nos hundimoS con la posición exacta: 43o 31′ 50” N, 5o 47′ 35” W: «Soñábamos con ser marinos, nos imaginábamos en alta mar rodeados en todas las direcciones por el vastísimo océano. Recorrer aquellas salas era una metáfora del viaje alrededor del anchuroso mundo. Al salir a la calle, volvíamos como de un largo periplo en una embarcación, mareados de mar» (Ángel Guache, ‘Me muerden los relojes’).

-José Ramón, ¿cómo quedó el Marino?

-¡Empató con el Sporting Be!

El Marino de Luanco juega en un campo que se llama Miramar.

-Qué nombre más guapu, ¿eh?

-Sí. Se ve la mar.

José Ramón tiene cuatro acciones del Sporting «que no les vendo», y fue sociu «hasta que me echaron por aburrimiento». Recuerda, «todavía brillantes, a Joaquín, a Mesa, la última etapa de Quini» (Gijón-Gijón, contrarreloj).

A José Ramón le impresiona asomar al campo. Suena el himnoO

-El Marino tien un grito que no sé por qué: «¡Alza el rabu, Marinín! ¡Bien! ¡Alza el rabu, Marinín! ¡Bien! ¡Alza el rabu, Marinín! ¡Bien, coño, bien!». Tampoco sé por qué al árbitro se le gritaba «¡Tranviario!» para insultarlo. Tal vez porque los árbitros veníen de Gijón, y había tranvías. No sé.

Antes de empezar se guardó un minuto de silencio que duró quince segundos de gaita. Fue lo mejor de un partido en el que solo hubo balones a la olla.

José Ramón habló poco. José Ramón puede guardar un minuto de silencio de sesenta segundos sin gaita. Yo también.

En el descanso me dijo:

-Oye, ¿a ti no se te hacen muy largos los partidos?

-Sí, esti sobre todo. ¿Marchamos?

-No, no.

Aguantamos hasta el final…

Al despedirnos, José Ramón sentenció:

-El Sporting, alegríes, poques.

Por Miguel Mingotes

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