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Miguel Mingotes

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Al campo con Alejandro

Alejandro vivió en la Guía desde críu. Conoció la zona del Chas, del Grupo, de Viesques…, sin el Chas, sin el Grupo, casi sin Viesques. Iba a la Coría (de coríu, pato), al campu los soldaos, a Viñao, al Tragamón… Conocía el Piles y sus afluentes, sus charcas, sus cañaverales. Conocía también las fuentes de Somió, a las que iba con su abuelo Juanín, marinero, carpintero de ribera y cornetín de la banda de Luanco. Alejandro también sabía las canales de los molinos y los molinos mismos, pequeño don Quijote sin aspavientos.

-De pequeñu llamábenme la atención los animales siniestros: culebres, murciélagos, búhos, cárabos, lechuces…, todos nocturnos y residentes. También me gustaben les ranes, que croen de noche.

-¿Pescabes?

– Sí, pescardos y, alguna vez, sueños.

-¿Sueños? ¿No son marinos?

-Sí, pero subíen el río hasta más allá del Grupo.

-Y esos peces, ¿comíeslos?

-Sí. Hacíame mi tía Meli unes tortillines de pescardos…

Alejandro fue alguna vez al fútbol a la Cruz, a ver al Atlantic y al Ceares. Dice que por ver a la gente gritar, saltar al campo.

-Había un árbitro que se llamaba Coraje.

-Vaya nombre pa un árbitro, ¿eh?

-Sí. Llevó más palos…

A Alejandro le gusta «el deporte no competitivo, subir un monte, ver el paisaje. Dai patades a una vexiga, la verdad, no lo entiendo». No obstante, le gusta que gane el Sporting, por sus amigos fuboleros.

Alejandro entra en El Molinón fumando un puru, en memoria y por recuerdo de mi padre, santu de la su devoción. El ruido le conmociona:

-¡Esto aturulla! ¡Si los romanos hubiesen metido esti ruidu, Numancia hubiese caído primero!

-El Sporting son los de rayes rojes y blanques.

-¡Hombre, eso recuérdolo de cuando ajuntaba cromos!

¡Gol del Sporting! Alejandro se tapa los oídos. Al poco, gol del Numancia. El goleador vacila con la grada. La grada le contesta: «¡Hijoputa! ¡Fuera!». Alejandro cree que llamar hijoputa al contrario no es deportivo. Una mujer grita: «¡Hijoputa!». A Alejandro no le parece «muy fino».

En el descanso pasa un guaje con una cocacola. Pienso: «COCACOLA EN LUCHA».

En el segundo tiempo, el Sporting falla dos goles. La gente grita. Alejandro dice que no los fallarían queriendo.

Hubo un gesto: paradón del porterín del Sporting; los defensas le felicitan; un delantero contrario, también.

A las seis y veintinueve, uno-dos. Los de atrás marchen: «Pa lo que hay que ver». Pero a y media, penalti de mentira y gol. Dice Alejandro que empatar es lo mejor: «No dejes enemigos».

Al salir, perdilu.

Su padre fue radiotelegrafista de la marina mercante.

-Alejandro, un abrazo en morse.

Por Miguel Mingotes

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